Año CXXXV
 Nº 49.553
Rosario,
domingo  28 de
julio de 2002
Min 4º
Máx 16º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Esquel: Medio siglo de esquí
El Club Andino festejará el próximo 2 de noviembre cincuenta años de existencia

En la base del centro de actividades de montaña La Hoya, en Esquel, donde Chubut lanzó oficialmente la temporada de invierno 2002, el director del enclave, Arturo de Bernardis, recordó los comienzos del esquí en esas montañas. Un humeante café montañes, con licores y canela, despertó la nostalgia por los viejos tiempos y el entusiasmo por los festejos que se preparan para el próximo 2 de noviembre, día del cincuentenario del Club Andino Esquel. La charla fue en el hotel de la base, el Pirren Chayá, en mapuche "hondonada nevada".
"Este hotel -cuenta De Bernardis- era un pequeño refugio de montaña construido por el Regimiento 21 de Caballería de Montaña, y luego fue del Club". Este hombre nacido en Esquel fue secretario de Turismo de la provincia hasta que el 1º de julio pasado aceptó el desafío de administrar el centro. Lo hace a través de la Corporación de Fomento, Corfo Chubut, organismo oficial que sin apuro está buscando el mejor sistema para delegar el manejo, comercialización y atención técnica del complejo.
Por los ventanales del albergue se observa a los esquiadores, iniciados y novatos, hablando con el director de la escuela de esquí, José María Rossi, responsable de la enseñanza del deporte junto a un equipo de 20 instructores. Los jóvenes eligen el snowboard, estilo que arrasa en las pistas nacionales.
Mientras una odalisca se mueve lenta y sensualmente -apenas una parte del show que también incluyó tango y folclore- De Bernardis indica que La Hoya tiene 8 medios de elevación que conectan 20 pistas en una superficie de 60 hectáreas.
"Estamos preparados para manejar entre 1.400 y 1.500 esquiadores, aunque el promedio real oscila entre 600 y 800, cifra que consideramos ideal para evitar largas y tediosas esperas".
La seguridad y el patrullaje de las pistas es resorte del español José Antonio Morales Valor, hombre que escapa del verano alternando La Hoya con Sierra Nevada, complejo del sur de España. El granadino es experto en organizar competencias y es pistero socorrista; ya trabajó en las montañas de Esquel y también en las chilenas de Antillanca. En el color cetrino de su piel, más allá del sol y la nieve, se descubren ciertos aires moriscos.

La huella de los pioneros
La historia del esquí nativo comenzó allá por el •52, cuando un grupo de jóvenes copiaron los esquíes que habían traído de Europa el alemán Joaquín Hart y algunos ex combatientes de la Segunda Guerra, quienes luego fundaron el Club Andino Esquel. "Los hacían de madera de lenga, con más ingenio que conocimiento. Usaban correas de cuero y zapatones comunes o borceguíes". La nostalgia le pinta una sonrisa cuando recuerda su ingreso al grupo, ya en los años •60.
"En el •67 comenzamos a construir refugios y nuestro primer medio de elevación fue el tractor que conservamos en la playa de estacionamiento, que nos servía de planta motriz y tenía un cable de 500 metros al que nos aferrábamos para subir. También -recuerda-, cambiamos la fisonomía del paisaje forestando estas tierras con 200 mil pinos, porque los árboles nativos, cipreses y maitenes, se usaban como combustible".
A este lugar volverán algunos de aquellos primeros esquiadores, para festejar los 50 años del Club Andino Esquel, que se cumplen el 2 de noviembre. "Vendrá don Joaquín Hart, una reliquia del esquí, afincado ahora en Bariloche", cuenta Arturo, responsable de la organización que abarcará el refugio La Piedra, a 1.500 metros; el Parador del Sol, a los 1.850, y la cumbre a los 2.100.
Ellos fomentaron, entre los años 60 y 70, que la gente de Esquel comprenda la importancia del turismo. Los hoteleros dejaron de recibir sólo a viajantes de comercio para atender a los visitantes que buscaban recreación, y también surgió la actividad gastronómica.
Las truchas a la mostaza y las tablas de ahumados de La Vascongada son tan memorables como los agnolotis rellenos con trucha de La Tour d'Argent, y el cordero de la parrilla María. También hay que reservar una noche para Tango Gourmet, un pedacito de arrabal entre montañas, y una tardecita para el té galés en Melys, con panes caseros enmantecados, scones, quesos frescos, dulces y la famosa torta negra.
Pero el viejo anhelo de Esquel es contar con más vuelos, ya que sólo están operando los servicios de Aerolíneas Argentinas. Sobre esto De Bernardis está convencido de que "la empresa que necesitamos no sólo tiene que competir en el segmento de pasajes, sino que tiene que venir con un programa de comercialización y capacidad para incentivar la venta y atraer turistas".
La opción son los vuelos a Bariloche y luego recorrer 290 kilómetros, vía El Bolsón, por una buena ruta. Al regresar conviene salir temprano por dos razones: no perder el vuelo del mediodía ni los tiernos arreboles anaranjados del amanecer asomando sobre los Patagónides. Un espectáculo sensorial mágico, alucinante.



El centro La Hoya tiene ocho elevadores para 20 pistas.
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados