Año CXXXV
 Nº 49.539
Rosario,
domingo  14 de
julio de 2002
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Los crecientes escándalos contables de las grandes empresas estadounidenses golpean a la vez al modelo de los 90 y al gobierno republicano
Cae el mito del ejecutivo invencible

En el punto más alto del frenesí bursátil de los 90, algunos de los presidentes ejecutivos de las grandes compañías estadounidenses eran vistos como virtuales semidioses. Jóvenes, pulcros, vestidos en Armani, con sonrisas de dientes impecables, eran la imagen clara del éxito. Personajes como Bernard Ebbers de WorldCom y Kenneth Lay de Enron, hoy imputados de maniobras dolosas por montos inmensos, casi daban la impresión de pertenecer a una raza aparte, bendecida por poderes extraordinarios de visión: la raza de los ganadores.
Esa imagen se infiltró en la cultura general. Ser presidente ejecutivo de WorldCom o Enron era el sinónimo del empresario que miraba al mundo desde la cresta de la ola. La autora de best-sellers Tami Cowden describió en 1999 al héroe romántico ideal de su género como "el presidente ejecutivo de una gran corporación, o quizás un príncipe. Puede que haya nacido para liderar o quizás para conquistar su camino a la cima, pero de todas maneras, es duro, decidido y enfocado en el alcance de sus metas".
Demasiado ego. Pero los exitosos hombres de negocios americanos no podían escapar a las debilidades humanas. "Una de las causas de los problemas de los reportes financieros que hemos tenido es que los presidentes ejecutivos se volvieron muy competitivos entre ellos, y evaluaban su éxito solamente en términos de sus paquetes accionarios de compensación", comentó Tom Dunfee, vicerrector de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania.
"No es que ellos necesitaran todo ese dinero, ni tenían alguna manera de gastarlo. Se trataba tanto del ego como de la codicia", dijo Dunfee, quien pertenece a la facultad de ética de la escuela.
Llegar es duro, pero más lo es mantenerse. Debido a que gran parte de la compensación a estos presidentes de compañía era -y es- ofrecida bajo el formato de opciones de acciones de la compañía, el presidente ejecutivo se concentraba principalmente en elevar a corto plazo los precios de las acciones de la empresa. Según el escritor Peter Senge, quien enseña administración en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), el mito de los presidentes ejecutivos al final perjudicó a las compañías y a la economía en su totalidad. "Llegué a ver nuestra obsesión sobre el presidente ejecutivo héroe como una especie de adicción cultural", escribió en el libro de 1999 The Dance of Change (La Danza del Cambio).
Típicamente, afirma Senge, el presidente ejecutivo héroe llega a una compañía en problemas recortando costos, normalmente despidiendo gente. Pero las mejoras alcanzadas de esta manera no duran y el ejecutivo tan sólo logra crear una cultura de miedo y rodearse de personas que a todo le dicen que sí.
En los últimos años, los presidentes ejecutivos recibieron inmensas recompensas por sus supuestas habilidades extraordinarias. En 1980, la compensación de los presidentes ejecutivos equivalía a una suma 42 veces superior a la remuneración del trabajador promedio. Para el 2000, la proporción era de 531 veces. En los últimos 10 años, el salario promedio subió en 36%, pero la compensaciones de los presidentes ejecutivos subieron 340%. Para 50 compañías de gran tamaño, la compensación promedio del presidente ejecutivo era de 10,46 millones de dólares por año, según una encuesta realizada este año por la firma de consultores Pearl Meyer & Partners.
Leonardo Graciarena


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