Año CXXXV
 Nº 49.539
Rosario,
domingo  14 de
julio de 2002
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Análisis: La hipocresía quedó desnuda

Walter Palena / La Capital

Carlos Reutemann produjo el miércoles pasado un hecho novedoso, acaso el aporte más claro para desnudar las miserias de la política argentina: la confesión pública de las limitaciones para gobernar un país en estado de crisis permanente. Esta actitud revela un dato gravísimo: la carencia de dirigentes con perfil de estadista y con visiones estratégicas sobre el camino que debe transitar el país para emerger del pantano.
Tironeado por el duhaldismo y por los personajes más impresentables del peronismo, Reutemann tuvo la valentía (un valor escaso en estos tiempos) de decir "no, no y no", en un gesto de responsabilidad irreprochable. ¿Con cuántos menos datos a su favor cualquier aventurero hubiera dicho: "Sí, sí y sí"?
Salvo en el cuartel menemista, todo el peronismo es ahora puro lamento. La expectativa que había generado en buena parte de la sociedad entusiasmaba más a Eduardo Duhalde que al propio depositario de ese clamor popular. Reutemann no vio la trampa cuando fue a firmar el pacto fiscal; la observó antes de que el presidente anunciara el adelantamiento de las elecciones.
Su latiguillo previo de "no soy candidato a nada y de nadie" no estaba dirigido al progresismo, que lo señalaba con el preferido del establishment y de la embajada norteamérica. Su mensaje tenía un destinatario preciso: Duhalde.
Ante su probada incapacidad para enfrentar la crisis, Duhalde imaginó una doble jugada para seguir manejando los hilos del poder: con Reutemann como "su" candidato, frenar el crecimiento de Carlos Menem dentro del peronismo y, paralelamente, traspasar toda la responsabilidad al santafesino de los problemas estructurales que el gobierno no sabe cómo resolver.
El desprestigio en el escuálido corpus político puede justificar, de algún modo, la enorme esperanza que había despertado Reutemann, mostrando sólo virtudes que deberían ser dominantes en todo dirigente: honestidad, transparencia y sentido común.
"No soy mago", dijo el gobernador cuando se lo intentó elevar al trono del futuro mesías, reclamándole cambios rápidos como si tuviera la varita de Mandrake. Lo mismo pasa cuando la sociedad le exige a Elisa Carrió soluciones mágicas, cuando fue esa misma ciudadanía la que en su momento se inclinó por los políticos que condujeron al desastre.
Esa ausencia patológica de autocrítica en la base se refleja en la superestructura. Rodolfo Terragno, por caso, habla como si nunca hubiera ejercido el poder. Pareciera que su tarea como jefe de Gabinete de la Alianza hubiese respondido a una pasantía que le otorgó Franja Morada.
Igual de patético es el camino que transita Néstor Kirchner. El santacruceño ahora le reclama a Reutemann que diga qué vio y se ampara en los fantasmas ajenos para justificar su propio temor en una interna. El sureño hace diez años que maneja su provincia, hace gala de su histórica trayectoria partidaria y fue uno de los gobernadores que más cerca estuvo de Duhalde cuando éste peleó la presidencia en el 99. ¿No sabe Kirchner qué pasa en el peronismo cuando lo que se disputa es el poder?
La actitud de Reutemann desvistió a la hipocresía. Por eso, y sólo por eso, su ausencia en el futuro electoral se interpreta como una desgracia.


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