Año CXXXV
 Nº 49.532
Rosario,
domingo  07 de
julio de 2002
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España: Hemingway en San Fermín
La fiesta de Pamplona, que culmina el 14 del corriente, fascinó al escritor norteamericano

Cuando el 6 de julio de 1923 el escritor norteamericano Ernest Hemingway llegó a la ciudad española de Pamplona, no sabía que en las calles de Navarra hallaría el tema de "Fiesta", su primera novela de éxito.
Venía de París y se encontró con las vísperas de la Fiesta de San Fermín, desconocida para él, donde los jóvenes corren delante de los cuernos del animal. Y ese juego del hombre con el toro y la muerte lo marcó para siempre.
El escritor se convirtió en el heraldo universal de las fiestas de Pamplona, y su fascinación fue decisiva para que esos festejos domésticos, apenas conocidos fuera de España, se transformaran en una de las citas más famosas del mundo.
Su relato de los sanfermines en "Fiesta", "The Sun Also Rises", en inglés, que publicó tres años después, en 1926, sedujeron a miles de extranjeros que llegaron a España para vivir las emociones soberbiamente descriptas por el autor.
Porque si algo puede afirmarse de su paso por Pamplona es que Hemingway nunca fue un espectador distante. Vivió profundamente la Fiesta de San Fermín, cada 7 de julio y se sumergió en ella como correspondía a su temperamento apasionado y vital.
El hombre de la llamada "generación perdida" corrió delante de los toros, fue amigo de muchos toreros, como Antonio Ordoñez, y junto a los paisanos comió, bebió y experimentó la alegría, el calor y la euforia propia de los sanfermines.
También estuvo allí, y quedó profundamente impresionado, cuando ocurrió la primera muerte, por lo menos la primera reconocida, en el encierro de 1924. Su pluma recogió este episodio.
Desde aquel primer San Fermín, en el verano de 1923, el escritor regresó a Pamplona, como cumpliendo con un ritual sagrado, desde 1924 hasta 1927, y también en 1929 y 1931.
Y luego de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial volvió a Navarra en 1953 y 1959. Esta sería la última de sus visitas, exactamente cinco años después de haber obtenido el Premio Nobel de Literatura, y dos años antes de quitarse la vida en Ketchum, Idaho, curiosamente en la víspera de San Fermín.
A pesar del tiempo, en Pamplona aún perduran muchos de los sitios que frecuentó el escritor, como el bar Txoko, el hotel La Perla y el café Iruña, todos en la céntrica plaza del Castillo, y también el restaurante Las Pocholas, en el cercano paseo de Sarasate, y el Hotel Yoldi, de estirpe taurina. Otros sitios, en cambio, ya no están; pero vivirán para siempre en las páginas de sus libros, como el hotel Quintana, el café Suizo y la Casa Marsellano.
Los sanfermines se celebran en Pamplona entre el 6 y el 14 de julio en honor al copatrón de Navarra y patrón de la diócesis pamplonesa. Según la tradición, San Fermín murió decapitado en la localidad francesa de Amiens.
Patrono de las cofradías de boteros, viñateros y panaderos, San Fermín presta su nombre y es la excusa para que durante 204 horas Pamplona se transforme en una fiesta permanente.
En las festividades conviven las ceremonias religiosas con las profanas, los actos oficiales con el bullicio callejero y el culto al toro con el vino, pero ante todo son manifestaciones populares donde no vale ser meros espectadores. La peligrosa carrera, que se realiza todas las mañanas, comienza a las 8 y recorre un trayecto de 825 metros a través de calles valladas del casco viejo. En 3 minutos las reses suben por la Cuesta de Santo Domingo, cruzan la Playa del Ayuntamiento y enfilan por la calle Mercaderes. (Télam)



Los jóvenes de Pamplona corren delante de los toros.
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