Año CXXXV
 Nº 49.517
Rosario,
sábado  22 de
junio de 2002
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Corea-Japón 2002
La caída inglesa ahondó el fracaso argentino

Alejandro Cachari / La Capital

Existe la tentación de asegurar, después de que gran parte del Mundial pasó a la historia, que el grupo que integró Argentina no era el de la muerte ni nada que se le parezca. Pero también se deben mencionar un par de salvedades. La primera es no dejarse llevar por la desazón y caerle con los tapones de punta al equipo de Bielsa. La segunda es que la Copa del Mundo provocó un cisma futbolístico -no por juego, sino por resultados- que muy probablemente será efímero, aunque ameritará ciertos replanteos si es que a la Fifa le interesa que el negocio se compadezca con el espectáculo. Este último ítem arroja una primera conclusión: para el séquito de Blatter casi todo está por encima de lo estrictamente lúdico. Si fuera de otra manera, Italia (por citar un ejemplo) aún estaría en carrera. Y Japón (por mencionar otro) le hubiera dejado su lugar a Rusia.
Pero el tema en cuestión es la zona en la que compitió el conjunto albiceleste. A priori, la más pareja e impredecible de todas.
Primera sentencia. Argentina es, en los papeles, infinitamente superior a Nigeria, Inglaterra y Suecia. Pero jugó mal, no estuvo a la altura de las circunstancias, careció de la jerarquía suficiente como para capear los temporales pasajeros y apenas rescató cuatro puntos producto de un triunfo sobre la endeble Nigeria y un empate ante la inexpresiva Suecia; una selección del segundo orden europeo.
La humilde Senegal desnudó la precariedad escandinava en los octavos de final. Brasil, ayer, mostró casi drásticamente la escasa capacidad de conjunto de los ingleses y las alternativas casi nulas del equipo de Sven Goran Eriksson para encontrarle variantes a un partido cambiante en el resultado.
Estos resultados no eran necesarios para calificar a la actuación criolla de fracaso, pero sí para profundizar ese concepto.
Paralelamente se produce una sensación contradictoria que se asemeja a las del 94 y el 98: Argentina desperdició por sus propios desméritos una posibilidad muy concreta de convertirse por tercera vez en la selección más poderosa del mundo.
Está claro que no era el grupo de la muerte. Tan cristalina es esa sensación como que la Copa del Mundo expuso todas y cada una de las miserias del fútbol internacional.
Más allá de que el muy probable pentacampeonato de Brasil logre disimular las falencias de un torneo que parece haber perdido sus principales características.



Inglaterra perdió con Brasil en cuartos de final.
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