Año CXXXV
 Nº 49.478
Rosario,
martes  14 de
mayo de 2002
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Más alegrías que tristezas
Un recorrido por la rica trayectoria de River

Gustavo Yarroch

El título número 30 en el fútbol doméstico, ni más ni menos. A River le llegó la hora de un nuevo festejo, y los hitos, las fechas que quedarán para siempre en la memoria de propios y extraños, dan cuenta de un club con una irrompible prosapia ganadora, emparentado con el buen gusto futbolístico y cuna de muchos de los mejores jugadores que se pasearon -y siguen paseándose- por las canchas argentinas.
Paradojas de la vida, River fue fundado en el barrio de la Boca el 25 de mayo de 1901, como fusión de La Rosales y Santa Rosa, clubes que disputaban la supremacía en las carboneras de la Dársena Sur. Se evaluaron dos nombres para identificar al club en ciernes: Forward e Identidad Boquense. Pero uno de los fundadores, llamado Pedro Martínez, sugirió adoptar el nombre de una leyenda que estaba escrita en unos cajones apilados en el puerto: River Plate.
La primera camiseta oficial fue blanca lisa. La banda roja se agregaría pocos meses más tarde. En una noche de carnaval, cuenta la leyenda, un grupo de hinchas robó una cinta roja de seda de un carruaje, y entre todos decidieron adosarle la franja roja con alfileres.
A contrapelo de lo que marcaría la historia, el primer partido oficial en la era amateur terminó en derrota: fue 2-3 ante Facultad de Medicina, el 30 de abril de 1905, por el torneo de Tercera División, en la canchita de Dársena Sur.
En la primera década del siglo, River se hizo nómade a la fuerza. Tuvo una cancha en el lado oeste de la Dársena Sur, otra en Sarandí y otra en el centro de Buenos Aires.
El 27 de diciembre de 1908 ascendió a la categoría principal de la Argentine Football Asociation al golear 7 a 0 a Racing. El debut en primera fue el 2 de mayo de 1909, con un contundente 5 a 0 sobre Argentino de Quilmes. Cuatro años más tarde nació lo que luego se convertiría en el principal duelo de la Argentina: enfrentó por primera vez a Boca, y le ganó 2 a 1 en la cancha de Racing.
Después de muchas mudanzas, que incluyeron un inquilinato para jugar como local en Ferro, a partir de 1915 se estableció por un tiempo prolongado en la Boca. En la era amateur ganó un solo título: el de 1920.
En el 23 abandonó la Boca y mudó su cancha a las avenidas Alvear (hoy Del Libertador) y Tagle, en el barrio de Palermo, una zona más coqueta y refinada. Alrededor del nuevo estadio se construyeron instalaciones para otros deportes y actividades sociales, con lo que el club comenzó a definir el perfil que adquiriría con el correr de los años.
Los 10 mil pesos que pagó por Carlos Peucelle en 1931, y los 35 mil que desembolsó al año siguiente para quedarse con Bernabé Ferreyra marcaron una bisagra. Esas cifras, verdaderas fortunas para la época, hicieron que pasara a ser conocido como los millonarios.
Ya instaurado el profesionalismo en 1931, al año siguiente ganó su primer campeonato. El 36 y el 37 le depararon el primer bicampeonato, con destacadas actuaciones de dos productos del semillero llamados a hacer historia: José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera.
En 1937, la Municipalidad de Buenos Aires lo obligó a dejar los terrenos de Alvear y Tagle. Hizo las valijas nuevamente, y en 1938 inauguró el nuevo estadio, a orillas del Río de La Plata. La cancha, que tenía forma de herradura, se transformó en el Monumental de Núñez cuando la dictadura militar lo remodeló para el Mundial de 1978.
La década del 40 dio paso al que para muchos es el mejor equipo de la historia argentina: La Máquina, con aquella famosa delantera integrada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Salió campeón en el 41 y el 42, año en el que dio la primera vuelta olímpica en la Bombonera. El regreso a los festejos fue con los títulos del 45 y el 47, ya con Alfredo Di Stéfano en el equipo.
Entre 1950 y 1960, elaboró una racha inédita en el profesionalismo: ganó cinco títulos en seis años, incluido el tricampeonato del 55, 56 y 57. Después de esa última consagración, ingresó en la etapa más negra de su historia, un oscuro futbolero le mostró su costado más impiadoso y le puso un mote sin fecha de vencimiento: gallina.

El fin de la sequía
El fin de la larga sequía tuvo lugar en 1975, de la mano de un técnico, Angel Labruna, y de un grupo de jugadores, entre los que estaban Juan José López, Reinaldo Merlo, Norberto Alonso y Oscar Más, de neto corte riverplatense. Ganaron el Metropolitano (en el último partido jugaron futbolistas amateurs porque los titulares estaban en huelga) y el Nacional.
River se recuperó de los tragos amargos que significaron las derrotas en las finales ante Boca (campeonato Nacional) y Cruzeiro (Libertadores) en 1976 conquistando el Metropolitano del año siguiente. Posteriormente, los festejos en el Metropolitano y Nacional del 79, y en el Metropolitano del 80 le dieron el segundo tricampeonato.
En 1981 obtuvo el Nacional, y cinco años más tarde sobrevino el año más glorioso de su historia: campeón local, de América y del mundo al ganarle la Copa Intercontinental al Steaua Bucarest de Rumania con el Bambino Veira como entrenador. En las vitrinas faltaba un título, la Copa Interamericana, ganada en el 87 frente a Deportivo Alajuelense de Costa Rica.
El campeonato 89/90 también se quedó en Núñez, al igual que el Apertura 91, con Daniel Passarella en el banco y la vuelta de un hijo de la casa como Ramón Díaz. Las alegrías se renovaron con el Apertura 93 y el regreso al año siguiente de otro ícono: el uruguayo Enzo Francescoli.
Con Américo Gallego como reemplazante de Passarella, ganó el Apertura 94 en forma invicta. Después llegó la hora de Ramón Díaz como técnico. Al principio, el riojano fue carne de las más variadas burlas, y después abrazó la gloria con la obtención de la Libertadores de 1996, el tricampeonato local, la Supercopa 1997 y el Apertura 99. Los seis títulos le permitieron a Ramón igualar los récords que ostentaban Labruna y José María Minella.
Mientras Boca terminaba de afirmar la paternidad que comenzó a alimentar a principios de los 90, volvió a asumir Gallego, con el que obtuvo el Clausura 2000. En 2001 regresó Ramón, cuestionado y amado casi en dosis similares, y el equipo se quedó con este Clausura 2002, necesario para archivar el recuerdo latente de tres subcampeonatos consecutivos.
Una historia de 101 años prolíficos en alegrías. Con el buen gusto futbolero como bandera y los intérpretes casi siempre adecuados para sostener esa idea. Es River, respetuoso de una cultura que no sabe de barreras temporales. Es River, el del origen humilde, la posterior opulencia y el presente tambaleante a nivel institucional. Es River, el equipo más campeón de la Argentina, el de la grandeza que promete ser eterna.



Los jugadores de River, acostumbrados a los festejos.
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