Año CXXXV
 Nº 49.476
Rosario,
domingo  12 de
mayo de 2002
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Ping Pong con el consultor Fernando Botta

-¿La devaluación benefició al campo?
-Hay dos tipos de conclusiones. Si uno toma la foto, hay que hacer un balance positivo. Bajó el índice de endeudamiento y la utilidad bruta de la hectárea de soja que estamos levantando ahora, según un pequeño modelo que hicimos, aumentó con insumos pesificados un 200%, y, con insumos granificados, un 120%. Esto da la pauta de que el sector tendría que haber llegado a un acuerdo mucho antes con los proveedores de insumos. No valía la pena arriesgar la oferta de insumos de esta campaña por un negocio que de por sí al sector lo favorecía.
-¿El efecto no es el mismo en el corto que en el largo plazo?
-Lo que pasa es que hay que ver por qué llegamos a la devaluación. Una depreciación de la moneda es buena en tanto y en cuanto sea exclusivamente por factores técnicos. Pero cuando es por un problema de expectativa, porque la gente no cree en la moneda ni en la economía, creo que no hay ningún beneficio. Además, finalmente pasó lo que habíamos anticipado: la devaluación vino acompañada de las retenciones.
-¿Cómo afectan las retenciones?
-Un 20% de retenciones significa aumentar el costo de nuestros insumos en quintales un 20%, lo cual eleva el rendimiento de indiferencia del trigo a un nivel más alto que el de la campaña anterior. Aumenta el riesgo productivo. No es lo mismo tener que sacar 15 quintales de trigo para salir derecho, como la campaña pasada, que 19 quintales como estamos proyectando para la campaña que viene.
-Hay mayor ingreso pero se pierde capacidad de inversión.
-Hoy los productores tienen más plata para el consumo diario pero mucho menor capacidad de inversión. Con el 20% de retención, la suba real del insumo dolarizado es un montón. Entonces se va a invertir menos. Es lo que pasó en la década del 80.
-Pero en la convertibilidad el campo también tenía problemas.
-En la década de los 90 la producción pasó de 30 millones de toneladas a 70 millones, pero no todos sobrevivieron ya que el tamaño medio de una empresa agropecuaria en esa década aumentó el 134%. Ahora es probable que haya empresas que se vuelvan viables. Pero no se puede tocar el contexto macroeconómico para que algunos sobrevivan. Lo que hay que hacer es darles nuevas alternativas.
-La situación actual es como la de los 80, ¿los empresarios también?
-Tenemos productores más capacitados, razón por la cual no muchos van a agarrar un arado y destruir cinco años de siembra directa para ahorrar una pasada de agroquímicos. El productor argentino tiene una gran capacidad de adaptación.



Botta es economista y consultor agropecuario.
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