Año XCCCV
 Nº 49.469
Rosario,
domingo  05 de
mayo de 2002
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El viaje del lector
Buthán: El reino escondido

Después de haber descansado dos días en la ciudad de Katmandú, Nepal, reponiéndonos de una larga estadía en la India, nos preparamos mi marido y yo, para iniciar otro tramo del maravilloso viaje: el reino de Bhután.
Al este de los Himalayas entre India y Tibet, grande como Suiza pero escasamente habitado, Bhután es ciertamente mágico y exótico. Para mí fue realmente el Shangri-La, el país mítico escondido en la profundidad de las montañas.
En la mañana nos dirigimos al aeropuerto, donde para sorpresa nuestra nos enteramos que viajaríamos junto a los príncipes de la familia real japonesa, la princesa Aikiko y su esposo, añadiendo otro toque de originalidad al viaje.
Como medida de seguridad perros catadores olfatearon nuestro equipaje de mano antes de subir al avión perteneciente a la Compañía Druck-Air y que nos llevaría a Paro. (Druck significa dragón y es el emblema nacional de Bhután). Las impredecibles variaciones climáticas de los Himalayas hacen necesaria la confirmación de los vuelos antes de hacer abandono del hotel.
El aeropuerto de Paro, el único existente en el país, y la ciudad misma que es muy pequeña por cierto, están rodeados de montañas y verdes terrazas de cultivo, a una altura de 2.300 metros. Allí nos esperaban nuestro guía y el chofer, quienes serían los únicos compañeros durante una semana para llevarnos al hotel Olanthang, que nos pareció a primera vista uno más de los muchos monasterios de Bhután.
Pero es bastante nuevo (1985) y lo atraviesa una calle principal bordeada por casitas blancas con ventanas de colores y pintadas con motivos típicos bhutaneses, así como sus fachadas en las cuales se podían admirar dibujos de dragones que sirven para alejar los malos espíritus.
Aunque la comunicación con la gente era difícil pues muy pocos hablan inglés, su afectuosidad y amable curiosidad fue evidente por los esfuerzos que hicieron (¡y nosotros!) para entendernos. Como por ejemplo cuando trataron de explicarme que una larga tela que una mujer tejía al telar, eran individuales para la mesa. Un aspecto del sistema de vida comunitario propio de las comunidades pequeñas lo pudimos apreciar al ver un grupo compuesto en su mayoría de mujeres, que cantando y riendo ayudaban a los hombres a construir una vivienda.
Luego realizamos una recorrida por el pueblo y sus alrededores visitando diferentes monasterios cuyos nombres suenan tan exóticos como el país: el Drukyel Dzong, que significa "fortaleza de los victoriosos Drukpas"; el Dungtse Lhakhang único por su forma de chorten y por poseer una extraordinaria colección de pinturas. Los chorten o sutpas son pequeños templos budistas pintados de blanco, erigidos como ofrenda en memoria de alguna figura religiosa importante o para someter a los demonios.
El ritual indica que se lo debe caminar siguiendo la dirección de las agujas del reloj. Sus cinco partes simbolizan los cinco elementos: tierra, agua, fuego, aire y cielo. El acceso al interior de los templos de los monasterios está vedado por la ley. A diferencia de otros países como Nepal y Tibet, las prácticas religiosas son celosamente resguardadas y preservadas de la presencia de visitantes extranjeros.
En uno de ellos sólo pudimos escuchar un sonido ronco como un bramido, muy extraño y característico de los "radung", trompetas de forma alargada que suelen usar los monjes budistas en sus ceremonias, así como las nasalizaciones de los "bangling", especies de oboes que antiguamente se hacían con fémures humanos, y que nos sobrecogió por largo tiempo.
Al día siguiente nos dirigimos a Thimphu, la capital. El recorrido es de 60 kilómetros por una estrecha ruta pavimentada que va trepando montañas. Esparcidas por los cerros las casitas blancas con sus techos a dos aguas y sujetos con piedras semejaban chalets alpinos.
Thimphu, la capital del reino de Buthán, funciona como centro de verano siendo la ciudad de Punakha el de invierno. Llegamos un día martes y como ese día todo está cerrado, nos instalamos en un moderno hotel situado a orillas de un río, cuya amplia y hermosa vista nos permitía divisar a lo lejos el Palacio Real y la cúpula dorada del Memorial Chorten.
Emprendimos nuevamente el recorrido hacia el interior del país tomando la ruta hacia Punakha y Wangdi Phodrang. El camino pasaba a través de un bosque de moderado follaje lleno de multicolores rododendros y florecidas magnolias para luego pasar por una zona semi-tropical donde abundaban naranjos y bananos. El punto más alto del camino estaba marcado por una chorten y banderas blancas de oración, llamado el paso Dochu La Pass, a 3.050 metros (en realidad "La" significa paso). Antes de llegar a nuestro destino, Punaka, decidimos pasar la noche en el monasterio de Gangtey.
Gangtey es un lugar remoto donde no hay electricidad ni ningún modernismo; sólo casitas dispersas con sus techos oscuros humeantes y sus infaltables banderas de oración. ¡Sólo el más puro aire, el cielo más despejado! Una parte del monasterio había sido cedida al gobierno por el Lama para ser utilizada como lodge.
Demás está decir que los únicos turistas del momento éramos mi marido y yo. Las instalaciones eran bastante precarias: las estufas eran imposibles de encender, las bajas temperaturas habían congelado el agua de las cañerías, por lo tanto no disponíamos de ella (ni hablar de agua caliente). Aunque nuestro guía nos ofreció alojarnos en una de las casas del valle rechazamos amablemente la oferta, pues nos animábamos a pasar una noche distinta a todas. Las casas son decididamente bonitas con sus dibujos tan típicamente bhutaneses. Son de tres pisos.
Ya en Punakha, nos llamó la atención la cantidad de niños de corta edad viviendo en el monasterio. Los pequeños son llevados por sus padres a la edad de cinco o seis años para integrarlos a la vida religiosa, en la creencia de que tal acción dará más prestigio y méritos religiosos a la familia.
Luz Ovalle de Semino



Thimphu es la capital y principal centro turístico.
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