Año XCCCV
 Nº 49.469
Rosario,
domingo  05 de
mayo de 2002
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Bolivia: Cuna de civilizaciones
Paseos por el lago Titicaca a bordo de embarcaciones confeccionadas con la planta de totora

El escritor boliviano Hugo Boero Rojo definió al lago Titicaca, el inmenso espejo de agua que comparten Bolivia y Perú, como "el mare nostrum americano, donde florecieron las culturas andinas".
El autor de "El imperio del sol" traza un parangón entre el lago sagrado de los incas -el lago navegable más alto del mundo-, con el mar Mediterráneo, que acunó las más antiguas civilizaciones de Europa meridional, de Africa septentrional y del Asia occidental.
Desde los primeros tiempos, cuando los uros se afincaron en las costas del Titicaca, la tribu descubrió la totora, planta cuyos retoños jugosos eran un buen alimento para ellos y sus rebaños, usada también como remedio de muchos males. Y con las totoras grandes, las que crecen en los bosques costeros, entre los nidos desmañados de las aves acuáticas, construyeron balsas y se lanzaron lago adentro para llegar a los pesqueros lejanos. Dominar el agua les cambió la vida a uno de los pueblos aborígenes más desarrollados de Sudamérica.
Después aprendieron a secar las totoras al sol y a trenzarlas -un arte que ha soportado el paso de los siglos- y construyeron barquichuelas angostas de unos tres metros de largo y de cubierta tan sólida que no se hunden nunca.
Desde el poblado de Puerto Pérez, que está a 72 kilómetros de La Paz, se llega hasta la cercana isla de Suriki, donde se construyó la barca de totora "Ra II" con la que el explorador noruego Thor Heyerdahl cruzó hace 30 años el océano Atlántico. El navegante quiso demostrar su teoría de que las culturas precolombinas pudieron haber estado en contacto con Europa siglos antes de los viajes de Colón. El nombre de su barca es un homenaje al sol de las antiguas civilizaciones nórdicas.
La isla de Suriki posee un museo con testimonios de aquella arriesgada travesía, pero la embarcación original, concebida con el material y la técnica milenaria de las que aún surcan el lago, se expone en Oslo, la capital de Noruega.
La cosecha de la totora sigue siendo un tiempo de alegría para los aborígenes bolivianos. Las embarcaciones con ella confeccionadas ya no son el único medio de comunicación entre los pueblos costeros, pero para los turistas es un paseo ineludible y para los pescadores puneños una original manera de enfrentarse en una regata. (Télam)



Aborígenes trenzan totoras para fabricar embarcaciones.
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