Año XCCCV
 Nº 49.469
Rosario,
domingo  05 de
mayo de 2002
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La Rioja: Por la ruta de los caudillos
Un recorrido por los llanos sureños de la provincia, donde dejaron su impronta los jefes de la tierra

Corina Canale

La ruta de los caudillos, en La Rioja, presenta amplias posibilidades turísticas no del todo explotadas todavía y ofrecen inolvidables paisajes y una paz y tranquilidad extraordinarias. Los caudillos, jefes de tierra adentro, idealistas y corajudos, que lucharon por ideales federales, nacieron en los llanos sureños de La Rioja, monótona planicie cortada por rocas coloradas, campos de algarrobos y quebrachos blancos. Una planicie que no es tan árida ni tan llana y a la que es preciso mirar, recorrerla, para aventar el fantasma del desierto.
Desde Patquía al sur, la Ruta de los Caudillos atraviesa pequeñas poblaciones con casitas de adobe, calles angostas y arboledas tupidas. Pueblitos donde la gente vive de aquello que la naturaleza puso al alcance de su mano.
Por eso se aferran a la riqueza forestal, las minas de granito negro, la piedra laja y el oro, y también a la cría de vacas, cabras y caballos. Siguen un poderoso mandato ancestral que también los liga al rústico telar de madera.
Hombres y niños criando animales, esquilando y lavando la lana, y mujeres y niñas hilando y tejiendo frazadas y tapices, alfombras y prendas de vestir. En ese trabajo cotidiano la gente de los llanos se arraiga a la tierra y al amor por la cultura criolla.
En Patquía los agricultores descubrieron que los dátiles brotaban más dulces en las franjas áridas de tierra. Así surgió, en Patquía Viejo, una de las plantaciones más importantes de Sudamérica y se levantó la planta de La Datilera, que si bien es una empresa privada se puede visitar.
Patquía, que en quichua significa "cruce de caminos", es uno de los departamentos más pequeños de La Rioja. Su importancia reside en ser precisamente un nudo de rutas porque desde allí se llega a Copiapó, en Chile, por el paso cordillerano de Pircas Negras.
Tuizón y Chila son dos pueblitos tan pequeños como bellos; en las colinas que los rodean los primitivos habitantes dejaron petroglifos grabados en la roca. Y en Tama hay una iglesia colonial muy chiquita donde se venera a la Virgen del Rosario.
Más adelante aparece el caserío de Huaja, donde nació el general Angel Vicente Peñaloza, El Chacho, seguidor de la lucha emprendida por otro general, Juan Facundo Quiroga, el mítico Tigre de los Llanos.
La casa de El Chacho, a la vera del camino, fue reconstruida hace unos años y se la puede visitar. No es un museo, pero el cuidador es un hombre que conoce muchas anécdotas de aquel pasado signado por luchas sangrientas.
La ruta sigue a Malanzan, el Rincón de las Sierras de los Llanos, al pie del Cerro Colorado, enorme mole de granito rosado que parece un elefante dormido. Para los riojanos Malanzan es el corazón de la Ruta de los Caudillos y el sitio donde levantaron un museo para los jefes de tierra adentro.
En ese museo campean los fantasmas de los máximos caudillos de los llanos: Chacho Peñaloza, Facundo Quiroga y Felipe Varela. En ese sitio el camino se abre. Se puede seguir hasta El Portezuelo, donde hay un dique para la pesca y los deportes náuticos, o hasta San Antonio, donde está la casa natal de Facundo Quiroga, ya restaurada, y llegar a Chepes, en las estribaciones de las sierras de Argañaraz.
Chepes fue fundada a mediados del siglo XVIII y su poderío se afianzó cuando llegó el ferrocarril que unía La Rioja con Córdoba y San Juan. Aquellos trenes llevaban la madera que se talaba en los bosques de los llanos hasta el puerto de Buenos Aires. Y ahora que el tren es una ausencia dolorosa, la ciudad sigue siendo el nudo carretero que enlaza el sur riojano con Córdoba, San Luis y San Juan.
El otro camino, el que bordea Sierras de los Llanos, lleva hasta el Parque Guasamayo y su serranía de colores, donde los sedimentos milenarios forjaron formas tan raras como las de "El loro", una silueta con las alas abiertas.
Y después llegar a Olpas, donde una poderosa tribu precolombina dejó un pucará del que hay vestigios, y hasta las altas sierras de Loma Blanca, refugio preferido de Peñaloza, donde lo asesinaron el 12 de noviembre de 1863. Ese episodio se menta así: "Ya se acabó Peñaloza, ya lo pudieron matar. Tengan cuidado, Señores, no vaya a resucitar".
Luego llevaron su cabeza, clavada en una pica, hasta la cercana Olta, el sitio que durante el siglo XIX fue testigo de las arriesgadas acciones de los caudillos riojanos. Ahora la plaza principal de Olta se llama General Angel Vicente Peñaloza.
Esta ruta también pasa por Bella Vista, cuna de artesanos; por Chamical, la ciudad más poblada de los llanos, donde la Fuerza Aérea tuvo una base de investigaciones espaciales y lanzamiento de cohetes para estudios meteorológicos.
Y al final de la Ruta de los Caudillos, ya muy cerca de San Luis, está Ulapes -la "sierra sin faldas"- una ciudad fundada allá por 1697.
Allí hay una reserva natural a la que llegan los flamencos rosados para reproducirse y luego partir, dejando atrás las extrañas rocas azules de su balneario.



En los llanos los caudillos preservaron el ideario federal.
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