Año CXXXV
 Nº 49.466
Rosario,
jueves  02 de
mayo de 2002
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Reflexiones
La política

Vicente Verdú / El País de Madrid

Sigue resultando chocante que la reacción de casi todas las fuerzas ante el triunfo de Le Pen sea conjurarse para machacarlo. ¿Hizo Le Pen alguna fechoría ilegal? Su máximo estigma es poseer una ideología. Una ideología retrógrada o tóxica, si se quiere, pero una ideología al fin. Una ideología que, dicho de paso, no parece tan caduca a buena parte de Francia. ¿'No' a la Unión Europea? Casi la mitad de los franceses se muestran saciados de ella, y si se pregunta sobre el franco y el euro, una gran proporción de los europeos se declararía favorable a la unidad tradicional. En cuanto a los emigrantes, lo mejor es no escarbar en las conciencias galas o las del vecindario. Aquello que dice Le Pen a voz en grito se embute en un gran silencio •políticamente correcto' cuya adopción hoy es equivalente al fin de la política.
Sólo Le Pen o ejemplares así hacen en nuestros días política ideológica y eso llama la atención de los votantes adultos formados en la política real. En cuanto a los jóvenes, hace tiempo que, sin alterarse, han sentenciado la muerte de la política como tema de interés y la defunción de los políticos como iconos. Lo que interesa hoy, en una sociedad inmediata, es la concreción y un político tiende a ser un personaje demasiado retórico. Sólo le salvaría ser eficaz, su capacidad para asemejarse a un empresario imaginativo y pragmático, porque mientras en la economía han proliferado gentes nuevas como los Steve Jobs o los Bill Gates, en la política no ha surgido nada. Incluso, en su ausencia, han ocupado el poder multimillonarios de la farándula como Berlusconi o rancios animadores mediáticos al estilo de Chávez o el mismo Le Pen. Tipos que nunca ofrecerán nada parecido a Apple o XBox. ¿Ha expirado la política por tanto? Ha concluido toda ideología política que no sea mostrenca: sólo el nacionalismo radical, el populismo delirante, la xenofobia, las guerrillas, poseen sustancia ideológica. En los partidos democráticos, estos que aspiran tanto a la •transparencia' no se ve ciertamente nada. Sólo queda la gestión. Pero con ello regresamos al punto anterior: ¿podría un gestor evitar la ruina si no tuviera más ideas que las de Jospin, Zapatero, Hue, Llamazares o Chirac?


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