Año CXXXV
 Nº 49.466
Rosario,
jueves  02 de
mayo de 2002
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Editorial
Presente calmo, futuro incierto

El desembarco de Roberto Lavagna en el Ministerio de Economía después de una agotadora semana de feriado bancario y cambiario estuvo signado -al menos hasta ahora- por una alentadora calma. Sin embargo, las jornadas que se avecinan serán decisivas para el barco azotado por la tormenta en que se ha convertido la Argentina, y al cual hasta ahora los capitanes de turno no consiguen conducir a la ansiada bahía de la calma. La cotización del dólar se presenta como un parámetro decisivo. Mantener a la moneda norteamericana quieta es una de las tareas prioritarias, a fin de evitar el traslado del incremento a los precios de productos básicos y la consecuente disparada de la inflación, que cada mes que pasa deja un tendal de nuevos pobres en la geografía de la República. La elección de la libre flotación significó un gesto de indudable audacia por parte del nuevo ministro, que hasta el momento le ha dado resultado; pese a ello, el futuro dista de estar garantizado.
Ayer fue el Día de los Trabajadores. Y acaso haya sido uno de los más dramáticos primeros de mayo que se hayan vivido en este país. Los números del desempleo, que suben sin cesar, dan a entender que el fondo del pozo ya fue tocado. La devaluación, que implica un sinceramiento monetario al cual difícilmente pueda negársele realismo, se realizó de un modo tal que sus víctimas principales son los sectores más débiles de la sociedad, además de ahorristas y asalariados. Sus efectos positivos, relacionados con un notorio aumento de la competitividad de los insumos nacionales, todavía no se vislumbran. Y sin duda alguna, el primer paso a recorrer en ese camino es la normalización del sistema financiero, sin cuyo aporte será imposible reconstruir la dañada estructura productiva.
En esa dirección parecen orientarse las iniciativas del flamante equipo económico, que busca que los bancos se erijan -al menos parcialmente- en garantes de los depósitos atrapados en el corralito y, luego, atar el paquete de leyes que contribuya a cerrar el tan buscado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El principal obstáculo que enfrenta es la enorme desconfianza que existe en torno de los políticos, líderes naturales -en cualquier situación normal- de los procesos de cambio social. He allí, entonces, la clave: para respaldar al nuevo elenco en cuyas manos radica la responsabilidad de manejar la economía resulta imprescindible que aquellos que ocupan funciones ejecutivas y legislativas acompañen desde un frente común, ligado por la austeridad y la eficiencia. De lo contrario, los tiempos se acortarán dramáticamente y el porvenir se volverá más incierto que nunca.


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