Año CXXXV
 Nº 49.400
Rosario,
domingo  24 de
febrero de 2002
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Editorial
Un país de pobres

Las penurias que padece medio país ya no pueden ser disimuladas. El propio presidente se asombró de que el 47 por ciento de la población argentina sobreviva sumergida en la pobreza extrema. Y hasta confesó que el altísimo índice de pobreza lo sorprendió y prometió estudiar la duplicación de los planes sociales, urgido acaso por declaraciones del ministro del Interior, quuien admitió que en este clima de protestas ininterrumpidas no pueden descartarse severas convulsiones.
El drama que se vive hoy en la Argentina es compartido por el lado oscuro de la globalización, como que un quinto de los habitantes de la Tierra vive con menos de un dólar al día. Entre éstos, 1.200 millones de personas están en una situación de extrema pobreza y de no mediar una pronta intervención de la comunidad internacional, antes del 2015 el número de pobres trepará a dos mil millones.
Sobre el particular la Iglesia acaba de pronunciar nuevas advertencias sobre la gravedad de la situación social y reclamó el aporte de las grandes empresas que se enriquecieron en otras épocas. También pidió a la clase dirigente que atienda a los pobres con solidaridad interna. Apelando a un gesto patriótico comparable a una causa nacional, los obispos que integran el equipo coordinador del Diálogo Argentino plantearon la necesidad de que el 40 por ciento de los pobres sea atendido por los propios argentinos.
La finalidad es recomponer el bien común ya que el primer factor de la crisis es la ruptura de valores y la fragmentación social. La desocupación volatiliza la canasta familiar y deja a millones fuera del sistema de salud y educación. Y sabido es que la indignante pobreza está asociada a la violencia social. Por eso quienes discuten hoy en distintos foros los principios de representatividad, legitimidad y austeridad en el plano político, no pueden desatender las miserias que se ocultan entre los pliegues de la democracia y amenazan profundamente la estabilidad, imprescindible para empezar a salir del abismo.


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