Año CXXXV
 Nº 49.389
Rosario,
miércoles  13 de
febrero de 2002
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Sin miedo a enamorarse
La sexualidad de los jóvenes con retraso madurativo

Belen Travesaro / La Capital

La historia de amor de Manuel Calvo y Cecilia Alloatti no difiere de la cualquier joven de esa edad. Se quieren, trabajan y planean un futuro juntos. Para que esto sea posible fue necesario que los padres de ambos no los limiten y los eduquen para ser seres autónomos. Tarea nada sencilla por cuanto Manuel y Cecilia padecen el sindrome de Down.
Generalmente, cuando un niño con discapacidad mental llega a la adolescencia, los padres comienzan a preocuparse por su sexualidad. Les surgen temores por un posible abuso o embarazo no deseado, y no saben cómo manejar la situación. La primera duda es si su hijo está preparado para asumir una actitud sexual madura.
Al respecto, la psicóloga Clemencia Baraldi opina que en algunos casos "pueden alcanzar a vivir la sexualidad de manera responsable", aunque aclaró que esto depende de la educación que reciban de sus padres. "Si ellos no los limitan de antemano y les otorgan responsabilidades, es probable que puedan alcanzar cierta autonomía que les permita formar una pareja y disponer de su cuerpo", dijo.
Baraldi dirige el proyecto "Un lugar para aprender" destinado a niños con discapacidad, en la Fundación del Centro de Desarrollo Infantil. A través de su experiencia conoció a Manuel y Cecilia."Ellos planean vivir juntos gracias a la educación que recibieron de sus padres, que desde un principio les enseñaron a organizar su vida cotidiana, sin invadirlos, ni anularlos; otorgándoles un espacio para el aprendizaje", dijo.

Vida autónoma
Con los hijos habitualmente los padres se preguntan hasta dónde podrán llegar, qué les gustará hacer, cómo se las ingeniarán a lo largo de cada etapa. "Cuando se tiene un hijo con discapacidad mental, los padres viven un shock importante. Deben ser asistidos para elaborar este acontecimiento y comenzar a relacionarse con el recién llegado de la mejor manera", apuntó Baraldi. "También aparecen las ilusiones y fantasías respecto a ese hijo, y los niños se identifican con la imagen que los adultos tienen de él. Si son mirados desde el miedo o la imposibilidad, seguramente después no concretarán sus metas", agregó.Si por el contrario, toman otra actitud y pueden ver más allá de la patología, reconociendo su identidad y sus gustos particulares, los irán acompañando. "De esa forma, ese hijo tendrá más posibilidades de una vida autónoma, lo que probablemente los llevará a constituir una pareja y gozar del amor y la sexualidad".
"Cada caso es diferente -aclaró Baraldi-, por lo que nada garantiza que pueda vivir la sexualidad sin problemas". El aprendizaje de los métodos anticonceptivos, la selección de un lugar determinado y la educación y contención que puedan brindar los padres, son recomendaciones a tener en cuenta.En el caso de Manuel y Cecilia, Baraldi explicó que a ellos los benefició ponerles metas como la alfabetización, el manejo de los límites de la ciudad y la organización de la vida cotidiana. "Este proceso llevó a que sepan cómo valerse por sí mismos, consiguieran trabajo y supieran mantenerlo".
Ante el planteo de la pareja de ir a vivir juntos, la profesional dijo que para llevar a cabo este propósito, primero comenzarán con una experiencia progresiva con cierto tutelaje. "En países desarrollados, muchas llegan a convivir", señaló.
En contraposición a este modelo existen discapacitados adultos que caminan por la calle de la mano de los padres y no saben desenvolverse solos. "Esto sucede porque desde el nacimiento fueron pensados como niños eternos y no se los responsabilizó con ninguna tarea. Por ello no pudieron alcanzar mayor independencia.
Los miedos más frecuentes de los padres de un niño con discapacidad mental son el abuso, el engaño y la discriminación. Sus hijos no distinguen entre aquella persona conocida y aquel que no lo es. "Se les debe enseñar desde pequeños en quién pueden confiar y en quién no; quiénes son los amigos y familiares". Para Baraldi estos temores deben ser evaluados por los padres junto a sus hijos.Se puede comenzar discriminando qué define una determinada discapacidad y qué no. Por ejemplo, en el sindrome de Down existe la lentificación de los procesos intelectuales. "No llegará a la Universidad, pero podrá alfabetizarse, ser autónomo y armar un proyecto de vida por el cual le sea viable llegar a la adultez", explicó.
"A veces, la máxima preocupación de los padres suele ser el desarrollo escolar y laboral de los hijos, olvidándose que también es importante el crecimiento en el plano afectivo. A nadie se le puede negar la posibilidad de enamorarse", remarcó finalmente.



Los chicos con Down deben tener una vida autónoma.
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