Año CXXXV
 Nº 49.382
Rosario,
miércoles  06 de
febrero de 2002
Min 12º
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Editorial
El país de lo posible

En un país donde todos los análisis o diagnósticos conducen a reconocer la fragmentación de su cuerpo social, al desprestigio de las instituciones políticas, al todavía increíble golpe asestado a la ciudadanía por parte de las entidades financieras con la anuencia del poder de turno, a la imposición de un estado de ánimo de escepticismo, desesperanza y abandono de las causas más elementales que cualquier ser humano debe y tiene derecho a pretender; en este mismo país y en esta misma ciudad existe, paradójicamente, uno de los más grandes ejemplos de acción y obra, diseño y trabajo, planificación y metas, que la civilización se ha dado desde siempre para romper el aislamiento, integrarse a otros pueblos y alcanzar nuevos horizontes: el puente Rosario-Victoria.
Escribir sobre su significado podría resultar reiterativo, tautológico, ya que se ha gastado bastante tinta para ello. Sin embargo, ante el avance de las obras, y el anuncio realizado ayer de la unión del puente principal de la obra, con lo cual ya se podrá transitar hasta la ciudad vecina en auto, es imposible sustraerse a la inmensa satisfacción que esto produce.
Con el puente, Rosario ya es otra ciudad. Y si es como suele decirse que las grandes obras hacen a las grandes ciudades, Rosario ha comenzado a ser una gran ciudad. Sólo basta al ciudadano común acercarse hasta la costanera para observarlo y comprobar su contundente presencia en el paisaje ribereño.
Se trata, ni más ni menos, del costado racional, inteligente y positivo de los argentinos. De inquietas personalidades que -así como Sarmiento en su juventud no concebía que no se utilizaran las vías navegables para el transporte- insistieron a lo largo de un siglo sobre el proyecto de unir a Rosario con Victoria, entendiéndolo como un factor de vital desarrollo para ambas ciudades y la región en general.
Lo han logrado, lo hemos logrado todos.
Desde luego, la obra aún no está concluida y por ello habrá que estar atentos para que no se detenga. Pero por lo pronto, ha comenzado a ser un gran símbolo del país que queremos, de posibilidades que se concretan, de espacios que se abren, de fragmentos que se unen, de créditos que no se volatilizan y devienen en mejoras.


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