Año CXXXV
 Nº 49.379
Rosario,
domingo  03 de
febrero de 2002
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Boxeo: Sensaciones encontradas por Locomotora Castro
La derrota del santacruceño ante Jirov produjo una mezcla de admiración y nostalgia

Walter Vargas

La forma en que el sureño Jorge Locomotora Castro se desempeñó en su derrota por decisión ante el kazajo Vassily Jirov, por el campeonato crucero de la Federación Internacional de Boxeo, no promovió sino sensaciones encontradas: admiración por lo que hizo en ring del Celebrity Theatre de Phoenix y una cierta melancolía por lo que pudo haber alcanzado con una mejor condición física.
Esa añoranza no se agota, por cierto, en el desenlace de la pelea de anteanoche sino que, por el contrario, remite a toda la campaña del ya legendario peleador de Santa Cruz.
¿No es particularmente penoso que semejante combinación de talento y guapeza haya consumado apenas un fugaz reinado como campeón mundial mediano?
O, por el camino inverso, también sería legítimo enfatizar que, justamente, la grandeza de Castro reside en haber ganado un título, y 120 peleas, con 82 definiciones categóricas (marca récord para Sudamérica), pese a todo.
¿Qué significa todo?
Todo significa no haberse ceñido jamás a la rutina de entrenamiento de un boxeador profesional. Exagerando un poco, mas no mucho, puede asegurarse que jamás se entrenó, que en el mejor de los casos llegó a simulacros más o menos logrados.
Esto, a despecho de que ahora lució mucho mejor que, por ejemplo, en diciembre de 2000 contra el cubano Juan Carlos Gómez, en Essen, Alemania.
De allí que una derrota holgada como la que acaba de sufrir a manos del gigantón Jirov, exija ser analizada en su contexto adecuado, sin omitir ni una solo matiz en el juego de las diferencias.
Jirov tiene 27 años y Castro 34; Jirov acumula 31 combates sin mayores zozobras y Castro 131, muchos de ellos de dureza extrema; Jirov mide 1,86 y Castro 1,75; Jirov es un peso crucero natural y Castro un ex mediano, un supermediano posible, un potencial medio pesado.
Jirov es joven, disciplinado, y está cuidadosamente protegido; Castro es un veterano que ha hecho de la inconducta un modo de vivir, que toma sin mayores reparos cualquier oportunidad que se le presente, por desventajosa que sea.
Jirov está en plenitud y Castro en la inexorable pendiente.
Así, nada tiene de extravagante que el kazajo haya retenido la corona, pero sí, en grado sumo, que se haya visto forzado a prodigarse de la manera en que lo hizo: hasta el último instante de la lucha.
A pura habilidad, resistencia y coraje, el peleador argentino se dio el gusto de llegar a las tarjetas sin haber recibido mayor castigo. Y más aún: terminó conectando los mejores goles.
Eso amén de haber regalado un sexto round inolvidable, cuando metido en el cuerpo a cuerpo, a base de cintura y envíos ascendentes, conmovió a Jirov, lo hizo trastabillar y por un momento hizo pensar que la hazaña estaba ahí, al alcance de la mano.
No fue posible, pero, en todo caso, Castro ratificó que es por lejos el boxeador más importante que ha dado la Argentina de los años noventa para acá, que resiste la comparación con los grandes de cualquier época y que, a falta de rigor, de observancia, le han sobrado agallas y clase, nada menos. (Télam)



La imagen de Castro se fue desdibujando de a poco.
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