Año CXXXV
 Nº 49.374
Rosario,
martes  29 de
enero de 2002
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Se van del país y ponen a la venta todo lo que tienen
La feria americana se volvió un recurso

Laura Vilche

Moreno al 1300. Al lado de la puerta de un caserío de pasillo, un portero eléctrico, y encima del timbre, una cinta adhesiva que dice: "Feria americana". Bastarán unos pocos pasos para llegar a la casa del fondo, y allí, en medio del patio, encontrarse con ropa, colchas, utensilios, muebles, adornos, peluches, CD, lámparas y un sinfín de objetos personales. Todos los que pudieron reunir tres amigos rosarinos que decidieron "huir" a España. Ellos son Virginia Malgioglio (21), docente de música en Villa Banana y cantante pop; María Victoria Rossi (26), estudiante de teatro y danza contemporánea, hoy desocupada, y Fabián Peludero (27), ex estudiante de ingeniería y artesano. Ellos, como tantos otros, apelaron a la feria americana para juntar fondos y emigrar. Y no lo harán solos, también viajarán sus dos perros setter: Dickie y Africa, los primeros en dar la bienvenida a curiosos y clientes.
Los precios van desde los centavos a los 20 pesos, no más. Sólo algunos muebles en buen estado y un lavarropas automático supera esos montos.
Deprenderse de cosas les costó sudor y lágrimas. Pero les permitió, en las últimas tres semanas, juntar el dinero suficiente para dos pasajes y el traslado de sus mascotas. Nada menos.
La empresa comenzó con la publicación de un aviso en La Capital. El primero decía: "Viajo. Vendo todo", y agregaba el número de un celular. El segundo rezaba: "Me voy. Vendo todo". Y hasta habían pensado en uno más por si la feria no andaba. Iba a decir: "Huyo. Liquido todo". Pero no fue necesario. "La cosa anduvo y muy bien. Con decirte que no hubo necesidad de poner horario. Eso lo manejó la gente. Comenzábamos con el primer llamado, alrededor de las 8.30, y llegamos a cerrar a las 3", señaló Virginia.
Cuando se les pregunta quiénes fueron sus compradores, Fabián describe a "una fauna variada". Gente que se acaba de separar, padres y abuelas que ayudan a amueblar la casa a sus hijos y nietos, pero sobre todo "personajes que con la poca plata que hay por estos días vienen y dicen «esto es lo que siempre me quise comprar y no pude»".
En un perchero, la ropa que usaron hasta hace poco. Camperas de jean a 5 y 8 pesos. Pantalón que alguna vez costó 70, a 3. Y al mismo precio, desde polleras kilt, jeans, pantalones hindúes y vestidos que María Victoria misma trajo de Menorca (España) hace sólo un año.
Hay sacos y tapados: de gamuza, lana y cuerina. De 8 a 15 pesos. También zapatos, borcegos, sandalias y botas. En un changuito todo se amontona "por dos pesos". Polleras, remeras, pantalones, bolsos rústicos y carteras. "Esto está en buen estado, pero ya no lo usábamos", confiesa Virginia. Las frazadas, cubrecamas, mantas, manteles y hasta un tapiz hindú se ofrecen a un promedio de 10 pesos. Cubiertos, platos y vasos, a 0,25. Lámparas a 3, al igual que los CD: desde Madonna a hip hop. Películas en video, plantas, sus propios juegos de mesa y las artesanías en resina de Fabián. Todo a la venta antes de partir.



La venta sirvió para comprar los pasajes de todos.
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