Año CXXXV
 Nº 49.358
Rosario,
domingo  13 de
enero de 2002
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Tenso compás de espera en el campo

Susana Merlo

Tras la lógica conmoción por la ruptura del régimen de convertibilidad el campo y su agroindustria viven hoy un tenso compás de espera (obligado, por cierto).
Es que los abruptos cambios generados en el sistema se agudizaron por la falta de definiciones claras sobre el alcance de la medida e, incluso, porque aún no está la totalidad de la normativa para la instrumentación del nuevo (¿o viejo?) esquema. Una vez más se repite la historia: primero se hace pública la decisión y luego, con tiempos variables, se ponen en marcha los instrumentos.
Hasta ahora el resultado de este estilo de hacer las cosas sólo representó innumerables contratiempos para todos los eslabones de la cadena: la incapacidad para determinar dónde se está parado, el corte ya total de la cadena de pagos, pérdidas personales o empresarias que se siguen acumulando y la desaparición del mercado de granos, al menos en su forma pública y más tradicional, entre otros tantos inconvenientes.
Así las cosas, nadie está hoy en condiciones de definir absolutamente nada. Por lo tanto, tampoco es posible planificar el año por delante.
Esto, que disparó sinnúmero de reuniones y el estado de alerta sectorial, logró, sin embargo, algo inédito que seguramente tendrá efectos positivos en el futuro: la reunión de los distintos actores del sector. Desde los productores hasta las cooperativas o las fábricas, desde los operadores de mercado hasta los proveedores de insumos. Todos parecieron tomar conciencia de que, más allá de las diferencias puntuales ahora existe un factor común que los aúna: la necesidad de que el sector pueda seguir en funcionamiento, algo que por estos días no ocurre. Pero también, por una cierta intencionalidad que se percibe en un palpable reflotamiento conspirativo del agio y la especulación, lo que podría provocar el enfrentamiento entre los distintos eslabones de la cadena. De hecho, los primeros casos ya se dieron con el pan, la harina y los productores de trigo. Ante eso, la mejor estrategia es "apretar filas", coinciden los distintos sectores.
Algunas entidades bancarias que les interesa seguir actuando en el país se van acercando para consolidar este frente y buscar alternativas de solución. Como en la perinola: todos ganan o todos pierden. Así está la cosa.
Por supuesto que para el productor todo esto puede resultar más o menos interesante, pero no le alcanza para evitar los contratiempos que soporta ni le permite proyectar. Forzosamente debe esperar para ver cómo se acomodan los tantos, ya que -ni aun si se logran definiciones esenciales ahora- no existe ninguna seguridad de que el esquema no vaya a cambiar en cualquier momento.
De hecho, aunque hasta el propio presidente Duhalde haya asegurado que "no va a haber retenciones", la mayoría desconfía de tal aseveración. Igualmente, ya se adelantó que podrían registrarse cambios impositivos debido al muy fuerte déficit fiscal existente. Como se sabe, esto siempre implica mayor presión sobre los contribuyentes.
Tanto este hecho como la conmoción en la mayoría de los mercados, junto a las limitaciones financieras extra, desembocan casi irremediablemente en un aumento de la irregularidad fiscal. Y el círculo vicioso vuelve así a comenzar.


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