Año CXXXV
 Nº 49.358
Rosario,
domingo  13 de
enero de 2002
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Análisis político
El ojo del huracán

Darío del Arco

Como en todo laberinto, la tentación es salir por arriba. Sin embargo, Eduardo Duhalde sabe que esa no es hoy su alternativa y que, antes que eso, debe quemar la naves porque en ello va no sólo su futuro político, sino también parte del destino del país.
Desde que asumió, Duhalde ha intentado darle respaldo político a su gestión. Esta semana, los contactos se multiplicaron y promete para el martes un llamado formal a la concertación bajo la bendición de la jerarquía de la Iglesia.
Los contactos con empresarios, supermercadistas, organizaciones de defensa del consumidor, cámaras de las construcción, comerciantes y gobernadores de todo el país, dejó en claro que Duhalde busca su propia red porque sabe de los riesgos de la partida.
Seguramente, cuando el viernes 28 comenzó a forjar la posibilidad de ser presidente, en una reunión hiper-reservada en una quinta de Canning, Duhalde no logró imaginar ni el largo, ni la complejidad del laberinto que cuatro días después comenzaría a transitar.
"Si me toca ser presidente, necesito de ustedes un cheque en blanco", les dijo sin pelos en la lengua ese viernes a un puñado de dirigentes enrolados en el duhaldismo de pura cepa, mientras comenzaba a descomponerse con celeridad la administración de Adolfo Rodríguez Saá.
Lo que parece no haber podido visualizar el ahora mandatario es que, de ese "cheque en blanco", ha comenzado a descontar demasiado rápido.
Hoy, Duhalde no tiene casi ningún espectro de la realidad nacional bajo control. Ya sea por la "herencia recibida", porque hace sólo una docena de días que está en el gobierno o porque algunos de sus golpes no dieron en el clavo.
En las últimas horas, el presidente dijo que no va a renunciar, que es un hombre de mucha fe y que está seguro de lo que hace.
También admitió que "como nunca" ha tenido presiones de todo tipo y confesó a los suyos que "no es fácil visualizar una salida" de la traumática realidad que azota al país.
En ese esquema, ni Duhalde ni los suyos lograron hilvanar una idea "indolora" para calmar a la gente que tiene sus ahorros confiscados.
Con morosidad y confusión, Jorge Remes Lenicov definió su propio proyecto económico sin poder pergeñar una movida letal para el polémico "corralito".
Como bien explicó en uno de sus mensajes, no pudo encontrar una buena idea porque, es obvio, la plata en los bancos no está. Los dólares de los ahorristas jorobados por el corralito, gozan en parte de buena salud, fuera de las fronteras de la Argentina.

Frente de lucha
Sin poder satisfacer a la gente que, motivada por el corralito consumió ya dos presidente, Duhalde se enfrascó en una dura lucha con las empresas petroleras -aún de final abierto- con el objetivo de compensar a los bancos que nunca terminan de saciar su sed.
Para no pocos, aún del oficialismo, Duhalde se ha inclinado ligeramente en favor de la banca, no sólo presa de su poder de lobby, sino también convencido de que es imposible librar una batalla abierta contra las instituciones financieras.
Y, esa actitud, generó malhumor en la gente que el jueves por la noche tomó, una vez más, las cacerolas como herramienta de protesta para hacerle saber al peronista que esto no es lo que se espera de él.
Tal vez por eso, Duhalde ordenó a su ministro de Economía explorar rápidamente caminos alternativos para darle a la gente, si bien no soluciones integrales, al menos una esperanza respecto de sus ahorros.
Con este escenario, la política quedó casi en un segundo plano. Asumieron nuevos ministros, "Chiche" Duhalde quedó al frente de la tarea social, el jefe de gabinete, Jorge Capitanich, habló casi una decena de veces y los peronistas recalentaron el teléfono para dialogar con el ahora "jefe".

Las urgencias
Sin embargo, el ojo del huracán estuvo en la economía. "Lo que tenemos que resolver ahora es esto del corralito y el presupuesto 2002 para tratar de que nos llegue algo de plata. Lo eminentemente político puede esperar", dijo un integrante del gabinete.
Y fue más allá con real crudeza: "en esta etapa, sólo deben funcionar dos ministros: el que da comida y el que da palos", se lanzó, en alusión a la dupla "Chiche"-Cafiero y al jefe de Interior, Rodolfo Gabrielli.
Así fue que en el plano político sólo se atinó a lanzar la ya remanida idea de la reforma política, un tema que -a contrapelo de lo que buscaban los duhaldistas- se filtró desde el Parlamento, dejando a Duhalde sin anuncio con pompa.
En ese plano, la reunión con los gobernadores echó más sombras que luces sobre el tema. No todos están de acuerdo con una reforma constitucional por ese tema y, en cambio, alimentan las cuestión pero por otras vías.
Lo cierto es que, erráticamente, Duhalde se preocupó tanto por el salvataje a los bancos y el corralito, que olvidó decir algo que la gente sí o sí quiere escuchar: que de una vez por todas se reducirá drásticamente el gasto de la política, que se eliminarán prebendas y que la dirigencia dejará de ser, en algunos casos, trabajadores VIP de la Argentina.
Tal vez, Duhalde advirtió su propio desvío cuando el martes la Iglesia reclamó "muy especialmente" a los políticos y a los sindicatos, pero también a los tres poderes del Estado, que reconozcan sus "graves errores" y adopten "cambios profundos de mentalidad y de comportamiento" para poder "reconstruir la patria".
"La superación de la crisis que sufre el país exige el cultivo de los valores morales, de la austeridad, del sentido de equidad y de la justicia, de la cultura del trabajo, del respeto de la ley y de la palabra dada", remarcaron los obispos.
Precisamente en ellos, Duhalde deposita sus esperanzas a la hora de imaginar una concertación. Y es por eso que rápidamente ha aceptado el "marco espiritual" que la Iglesia le dará al diálogo y que, por omisión, alguna vez Fernando De la Rúa rechazó.
De cualquier manera, no será fácil. Ya no faltan los que aseguran que el diálogo no comenzará hasta que las empresas privatizadas y los bancos acepten ser los primeros en sentarse a la mesa.
Es que desde los bancos -muchos de ellos españoles- y de las privatizadas -muchas de ellas también hispanas- es de donde ha partido para Duhalde el mayor dolor de cabeza.
Acompañados por el lobby político del presidente José María Aznar, el canciller Josep Piqué y Felipe González, los inversores españoles se le han "plantado" a Duhalde en el marco de una tenida aún por resolver.
Dar marcha atrás con la petroleras -a quienes se les quiere imponer un impuesto a la exportaciones para compensar a los bancos- sería, por ejemplo, un mal paso presidencial.
Tan mal paso, como el creer que la protesta social generada por el corralito inmoral irá decreciendo hasta apagarse bajo el calor del verano.
Eso no será así y en la Rosada lo saben. No encuentran, empero, la vuelta que le permita abrir un poco el nefasto invento de Domingo Cavallo sin que se caigan las instituciones de crédito.
Es obvio que no todas las "soluciones" estaban en la ley de emergencia pública que el Parlamento -en una muestra de los acuerdos entre radicales, frepasistas y algunos provinciales- aprobó el domingo en trámite veloz para darle nuevas, amplias y polémicas herramientas al flamante jefe del Estado.

Desafiantes
Un jefe del Estado que no sólo se vio desafiado por las privatizadas y los bancos, sino también por algunos peronistas como Carlos Menem y Néstor Kirchner.
Menem, directamente, descalificó todo lo hecho por el bonaerense y lo trató de "inepto".
El santacruceño, en tanto, le pidió a Duhalde que no convierta a su administración en "un gobierno de salvación dirigencial".
Una muestra, tal vez, de que si Duhalde no consigue algún tipo de resultado rápido en uno de los tantos terrenos de su gestión, la interna podría comenzar a levantar temperatura y, posiblemente, a hostigarlo, con movimientos concretos, o con lo que el propio Duhalde llamó "comentarios desestabilizadores". "Van a escuchar que me quiero ir...", dijo el bonaerense con certeza, ya que la posibilidad de la renuncia del actual presidente y el nombre de posibles sucesores comenzaron a multiplicarse en cuestión de minutos.
El laberinto para Duhalde parece de sumo riesgo. Por eso, los suyos buscan más "cheques en blanco" como los que el viernes 28 en Canning Duhalde pidió a sus incondicionales.
Pero, la época de "cheques en blanco" en la Argentina pareciera haberse terminado. No sólo en política, sino en economía.
Sino, sólo bastaría preguntar por qué el jueves por la noche, las cacerolas golpearon con furia.



El presidente llamaría esta semana a una concertación.
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