Año CXXXV
 Nº 49.339
Rosario,
domingo  23 de
diciembre de 2001
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La crisis institucional expuso doce años de la historia reciente del país
Los saqueos vistos desde el exterior por un testigo de los de 1989
Las causas que dispararon las dos explosiones sociales que tuvieron similares proyecciones

La crisis encontró rápido eco en la comunidad argentina radicada en el exterior. Desde distintos países de Europa y América, numerosos connacionales expresaron su angustia y desazón por los momentos institucionales aciagos de la República. Matías Zibell, periodista de la edición digital de la BBC, escribe desde Inglaterra sobre los saqueos de esta semana, recordando y haciendo una comparación de los sucesos ocurridos en 1989, que él vivió en Buenos Aires. El cronista vuelca en la introducción de su trabajo una interesante relación entre las acepciones de lo que él llama malas palabras, y las encomilla, tales como estado de sitio, tortura, picana, vuelos de la muerte, hiperinflación, para pintar el cosmos social de la Argentina en los últimos años.
En ese contexto, Zibell señala a más de 11 mil kilómetros de distancia que hoy por hoy, cada argentino se acordó en estos días de ese invierno en que el dinero valía cada vez menos, de los empleados de los supermercados que corrían adelante de los clientes para volver a aumentar el precio de cada mercadería, de los ataques a negocios en Rosario, Santa Fe y Buenos Aires, y del caos que terminó con la caída de un gobierno, el de Raúl Alfonsín, seis meses antes de que tuviera que delegar el poder. Por eso la palabra Saqueo lleva a las palabras Estado de Sitio, como la palabra Caos lleva a la palabra Control, como la palabra Miedo lleva a la palabra Orden, porque las malas palabras nunca vienen solas.

El juego de las diferencias
Aunque los paralelismos históricos son siempre arbitrarios y no del todo exactos, es inevitable para los argentinos no remitirse al juego de las diferencias entre ambas épocas.
Esta es una lista -arbitraria como todas- de los hechos nuevos y viejos entre aquel invierno del 1989 y este verano de 2001, destacados que por los analistas políticos y repetidos una y otra vez en la mente del ciudadano a pié.
La primera diferencia que surge entre estos dos momentos históricos es que en mayo de 1989 se habían producido en Argentina elecciones presidenciales, ganadas por amplia mayoría por el justicialista Carlos Menem.
Entonces, cuando meses después la crisis desbordó al gobierno del presidente radical Raúl Alfonsín, existía una alternativa política porque ya había otro mandatario elegido.
Menem, quien debía asumir el 10 de diciembre de ese año, terminó colocándose la banda presidencial el 8 de julio (muchos de los partidarios de Alfonsín denunciaron maniobras de la oposición detrás del caos en las calles, lo que fue siempre negado por el justicialismo). En el caso actual, algunos analistas han expresado su temor de que el desgaste del gobierno de Fernando de la Rúa no aguante hasta las elecciones presidenciales del 2003.
Por eso, la administración de la Alianza ha planteado en los últimos días un gobierno de concertación nacional en el que, según diarios locales, no se descarta que líderes de la oposición ocupen algunos ministerios.

La oposición
Otra diferencia grande entre ambos períodos es que el gobierno de Alfonsín tenía un interlocutor claro en la oposición política con quien negociar.
El justicialismo, el partido con más afiliados del país, se había encolumnado detrás de la figura de Menem, quien había ratificado su liderazgo al vencer en los comicios presidenciales.
Los analistas concluyen que el estado actual del principal partido opositor también contribuye a la sensación general que tienen los argentinos de que no existen alternativas políticas viables, por lo menos en el corto plazo.
La palabra que resume la crisis de 1989 es Hiperinflación. Si uno toma en cuenta que la variación porcentual promedio de la inflación en 1989 (que mide las variaciones de los índices de precios al consumidor de ese año) fue de 3.079,4%, mientras que este año los datos parciales hablan de una deflación del 0.4%, la diferencia es clara.
En el •89, los precios subían delante de las narices de los clientes. Los que podían, compraban más de lo que necesitaban y almacenaban; los que no, saqueaban.
Pero si bien la distancia entre ambos índices inflacionarios es abismal, la desesperación que se registró en algunos supermercados de las provincias argentinas en los últimos días no es tan diferente a la de aquel invierno del 89.
Un factor nuevo se agregó a esta ecuación desesperada en los últimos 12 años: el desempleo. En octubre de 1989, el índice que medía la cantidad de gente sin trabajo en Argentina era de 7,1%. El índice de octubre de 2001 es de 18,3%.
Los desempleados han sido uno de los actores principales en las últimas protestas que han sacudido a Argentina.
Han estados presentes en los cortes de rutas, en las manifestaciones, y ahora en los saqueos.
Esto, sumado a los ajustes económicos, las rebajas salariales y las restricciones para extraer dinero de los bancos, ha equiparado peligrosamente dos crisis separadas por más de una década.
Es que como las palabras, las crisis tampoco respetan al tiempo.



El estallido en Rosario se propagó por todo el país.
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