Año CXXXV
 Nº 49.339
Rosario,
domingo  23 de
diciembre de 2001
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Apuntes de una nota que una bala impidió publicar
Fue escrita por el periodista de La Capital herido la fatídica tarde del jueves

Claudio Berón

Estos son los apuntes de la nota que no salió. Iban a publicarse en La Capital del viernes pasado con la firma de Claudio Berón, pero el periodista resultó baleado en Amenábar y Avellaneda, en uno de los tantos incidentes que ese día sacudieron a la ciudad.
"Está tensa la ciudad, está «jodida», dicen los vecinos de Avellaneda y Amenábar. El día anterior el barrio había sido un caos. Los comerciantes se mantienen en guardia en las terrazas de sus negocios.
"Con sangre seca en las manos, armados con escopetas, revólveres, cuchillos y, a pleno sol, esperan. La policía ronda, no se escuchan sirenas, sólo se huele a goma quemada. «Están por atrás», dice el dueño de supermercadito, pero la calle está desierta. Sólo corren chiquitos de no más de 10 años, descalzos, mientras en las esquinas los curiosos se suman.
"Viven muchas familias en «el barrio», la villa siempre está del «otro lado». Estela se llama la mujer. Tiene 50 años y varios hijos. Vive en una casa de material frente a la de uno de ellos, sobre una de las calles asfaltadas.
"Los hijos y el marido de Estela son panaderos, se levantan temprano, por lo que esta tarde están en la casa. Afuera arrecian los estampidos, la habitación se llena de olor a gas lacrimógeno, la mujer se para, va a la batea y se moja los ojos y la frente con agua. Se ha acostumbrado a hacerlo esta semana.
"Los ruidos todo lo invaden, tiros, truenos, olores. El nieto de Estela, que vive con ella, no llega al metro, se asoma a la puerta, se aventura unos pasos, lo sacan de ahí.
"«Así no se puede seguir, nosotros no saqueamos, son los pendejos que andan en la bici y avisan», dice. En otra casa, también de material, viven dos de sus hermanos. Están prolijos y limpios, son albañiles. «Algunos pasillos son jodidos, acá no, pero por allá hay un aguantadero», enumeran como expertos guías.
"Enfrente vive don Carlos, tiene puesto un mameluco y desde el patio ve el humo, se asoma y se recuesta contra un tronco viejo y gastado. Podría ser domingo, pero no estaría la policía metiéndose entre las calles y el olor sería otro. «Dicen que un Duna gris avisaba por dónde estaban los pibes sacando comida», sostiene. «Hace quince años que vivo en el barrio, el problema es la villa, son choritos». No habla más, mira.
"Pasan unos 15 policías por calle Lavalle. Don Carlos se mete en su casa. Varias familias miran desde las ventanas, el gas entra por abajo de las puertas, por las hendijas, por el techo. Las balas zumban, hay que meterse adentro y lejos de las puertas. El pánico se apropia de las miradas y la curiosidad se olvida.
"Hay que esperar que todo termine. «Que estemos bien y que haya trabajo. Así esto no pasa», dice don Carlos después, cuando se va un poco el olor.


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