Año CXXXV
 Nº 49.339
Rosario,
domingo  23 de
diciembre de 2001
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El PJ quedó atado al nudo de su propia interna

Omar Bravo

Siempre que se diagnostique sobre la interna peronista es muy fácil caer bajo el síndrome Nelson-Fabbri, derivado de aquel partido en que Vélez se puso 4-1 y ellos dictaminaron "partido liquidado". Al final Platense ganó 5-4. El PJ en la jornada del viernes pareció liquidar el intríngulis institucional en siete horas, pero ayer quedó demostrado que el triunfo de las provincias grandes sobre las chicas en realidad estaba atado con alambre.
Lo que pareció un acuerdo destinado a evitar el estallido de la interna, al menos tenía el balance de la presteza con que actuó el PJ para reemplazar al renunciante Fernando de la Rúa. Desde las primeras horas de la mañana del sábado ya empezaron a rodar las versiones más fantasiosas, todas contrarias al acuerdo tejido el día anterior.
"Algunos no se bancaron las críticas de los diarios", fueron las primeras explicaciones algo ingenuas que ensayaron algunos dirigentes. Otros, más realistas, argumentaron que la falta de número para que el PJ logre sancionar la reforma al sistema electoral para incluir la ley de lemas había habilitado algunas movidas para insistir con un mandato de dos años hasta 2003 para Adolfo Rodríguez Saá, aunque el nombre de Eduardo Duhalde volvía por sus fueros.
En sus pulcros uniformes de gala blancos y azules, desde las seis de la tarde los cadetes de la Policía Federal formaban la guardia de honor a ambos lados de la alfombra roja que llevaba al recinto de la Cámara de Diputados, donde sesionaría la Asamblea Legislativa. Los granaderos, prestos, esperaban dentro del Palacio por la entrada de la avenida Entre Ríos. Las horas corrían y las informaciones traían clarines de rebeldía tocados por legisladores santiagueños, riojanos y tucumanos contra la ley de lemas. También de una filípica a cargo de José Manuel de la Sota, que amenazó con la independencia de las provincias grandes del gobierno entrante.

Danza de nombres
Lo cierto que a las diez de la noche los cadetes vagaban en grupos en busca de una máquina expendedora de gaseosas, los granaderos, sin sus morriones, chacoteaban sentados en alfombras rojas enrolladas. Algunos invitados se iban y los discursos empezaban en el recinto pero la votación quedaba para hoy. Durante la noche, lejos de los oradores, los peronistas buscarían el consenso interno. Los nombres del gabinete que empezaban a circular por los medios incluían a varios santafesinos, cuyos nombres parecían mensajes en clave a Carlos Reutemann y brillaba la ausencia de cordobeses, no así de bonaerenses, duhaldistas y ruckaufistas.
Como no había ocurrido el viernes, ayer se hizo palpable una sensación de precariedad política. Taxistas, mozos y transeúntes de la zona de Congreso recitaban la misma frase: "No se ponen de acuerdo". El vibrante discurso de Elisa Carrió pareció interpretarlos cuando se preguntó si después de las luctuosas jornadas de jueves y viernes, la dirigencia política había aprendido algo.


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