Año CXXXV
 Nº 49.339
Rosario,
domingo  23 de
diciembre de 2001
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Opinión: Argentina, ¿el mismo país de siempre?

Elbio Evangeliste

¿Cómo podría considerarse lo que ocurrió en las últimas horas en la República Argentina? Algo así como lamentable. La constitucionalidad caminó por la cornisa, las muertes se sucedieron a un ritmo vertiginoso y ante la mirada no sólo de los argentinos, sino también de todo el mundo, que seguía los hechos a través de las grandes cadenas internacionales. Pero si de algo nos caracterizamos los argentinos es de, en ciertas ocasiones, olvidarnos fácilmente de los hechos que nos sacuden sin piedad.
Mientras Fernando De la Rúa dejaba su cargo de presidente, el país terminaba de sumergirse en una de sus más furiosas crisis de la historia, el Justicialismo se aferraba nuevamente al poder y muchas cosas más. Pero sin duda había otras cosas de que preocuparse. ¿Cómo olvidar que el fútbol no podía cumplir con su fixture, que Racing, después de 35 años sin títulos no podía festejar con la vuelta olímpica servida en bandeja?
La acertada decisión de suspender los torneos hasta febrero del 2002 ayudaba a poner paños fríos a una situación excesivamente delicada. Es que los ánimos no estaban como para que el público y la policía, esos mismos que se enfrentaron durante horas, intercambiaron agresiones, proyectiles, balas y demás, se vieran las caras en tan poco tiempo.
Pero la pasión parece que puede más que otras cosas. O, en el mejor de los casos, las mentes acotadas de los dirigentes -políticos y deportivos- no hizo más que desnudar una triste realidad: todavía tenemos mucho que aprender.
La congregación de miles de personas la noche del miércoles en Plaza de Mayo provocó el alejamiento de un presidente. Casi nada. Pero como esto, lamentablemente, sigue siendo Argentina, pasaron otras cosas. El pedido de Futbolistas Argentinos Agremiados para que no se juegue la última fecha del torneo Apertura por falta de seguridad irritó a los hinchas académicos, que al parecer poco les importa el espeso clima que se respira por las calles argentinas.
No puede dejar de entenderse y hasta aceptarse el pensamiento acerca de que quieran dar la vuelta cuanto antes y de la forma que sea, pero bajo ningún punto de vista puede aceptarse que hayan salido -aunque hayan sido unos pocos- a manifestar su repudio por la suspensión del torneo. Mal que les pese hay problemas muchos mayores que resolver. Hubiese sido mejor que se bancaran su bronca por no poder dar la vuelta en los próximos días. ¿O no es mucho más exacerbada la bronca por el hambre, la falta de trabajo y las muertes producto de la represión?
A todo esto, la clase política sigue haciendo de las suyas. La suspensión del torneo dio marcha atrás. El jueves próximo se juegan los partidos que definen el título de los principales torneos. ¿Argentina debía tener fútbol? Depende del cristal con que se mire. La irrupción de la gente en el espectro político y social fue conmovedor, y sin dudas marca el camino, pero todavía falta aprender mucho. Mientras tanto, por cuestiones de esta índole, seguiremos siendo un simple país de características bananeras.


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