Año CXXXV
 Nº 49.338
Rosario,
sábado  22 de
diciembre de 2001
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cartas
El pueblo quiere un cambio

En todas partes del mundo a quien mata se lo llama asesino. En todas partes del mundo a quien asesina en masa se lo llama genocida. Pero en ciertos países del mundo a quien literalmente mata de hambre a su pueblo se lo llama gobernante. En ciertos países, esos gobernantes toman un papel paternalista... pero de un paternalismo mal entendido. Ya que dictan arbitrariamente leyes y decretos, que lejos de guiar y ordenar, imponen la forma de actuar, vivir, administrarse, soñar y ordenar; imponen la forma de actuar, vivir, administrarse y soñar del pueblo...Pero ellos no dan el ejemplo. Los verdaderos padres y madres no comenzamos a achicar gastos reduciendo las porciones de comida de nuestros hijos, ni dejando de enviarlos a la escuela, ni abandonando a los abuelos en la calle, ni dejando de asistir la salud de nuestros hijos...ni los golpeamos cuando piden que los escuchemos. Los verdaderos padres y madres damos vuelta los cuellos de la camisa, cuidamos por décadas los zapatos, obviamos cenas afuera y estrenos de cine, dejamos de fumar, de teñirnos, de lucir alhajas (aun de imitación). Y seguimos pidiendo que se nos permita trabajar para darles a nuestros hijos lo que se merecen. Pero, qué podemos esperar de esos gobernantes de ciertos países que deben profesar la religión católica para acceder a la presidencia, si en sus retinas el "ama a tu prójimo como a ti mismo" se traduce en "ámalo en proporción a sus ingresos". Más allá de eso, los gobernantes no son padres de su pueblo, ya que de creer esto estaríamos hablando de una monarquía, o lo que es peor aún, de una tiranía. Esos gobernantes son iguales, como se los llamaba en la antigua Grecia a los ciudadanos de una democracia. Esto los colocaría, metafóricamente, en el lugar de hermanos. Y como hermanos, todos podemos y tenemos derecho de pedirles que crezcan como seres humanos y que así le permitan crecer al país. ¿Y si no están dispuestos a crecer? El pueblo sí está dispuesto a hacerlo y a no dejarse engañar dos veces por un genocida.
Graciela Albornoz


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