Año CXXXV
 Nº 49.337
Rosario,
viernes  21 de
diciembre de 2001
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Reflexiones
Gobernabilidad y caos

Raúl Milano (*)

Argentina está viviendo momentos decisivos de su historia política democrática, después de 18 años de establecida la misma las responsabilidades por su desarrollo son mayoritariamente de quienes fueron sus actores durante este período.
Con la alternancia de distintos partidos o alianzas de partidos el espectro está cubierto en forma casi total, fuera de ella quedan partidos menores poco representativos y que nunca tuvieron responsabilidad de gobierno. Los nuevos realineamientos, resultado de escisiones en los partidos tradicionales, poseen toda la legitimidad de construcción pero no comienzan sin pecado original, no alcanza con decir desde ahora pienso esto y el pasado no me compromete. Argentina tiene en sus niveles dirigenciales de todo tipo, políticos, empresariales, sindicales, etcétera, historias de compromiso con el pasado que los obligan a sentarse sin beneficio de inventario.
La crisis económica es la parte lacerante de la realidad que la ciudadanía vive, cruzada por infinidad de efectos que se realimentan por ella, inseguridad, analfabetismo, enfermedades endémicas, etcétera.
Argentina y el mundo no encuentran un rumbo para orientar naciones enteras desprotegidas por el proceso de globalización, la ruptura del equilibrio bipolar abrió las puertas de una corriente neoconservadora cuyos resultados están a la vista, concentración del ingreso, crecimiento del desempleo, masificación de las costumbres, etcétera.
Respecto de la crisis económica, si bien es la emergente principal del gravísimo problema argentino, la rapidez de sus implicancias ha pulverizado uno a uno los equipos económicos, tanto del oficialismo como los de la oposición. En nuestro país se ha quebrado la confianza de que nuestra Nación tenga futuro, los que pueden se van y los que no, se van del sistema, demostrando su bronca en las elecciones.
Argentina tiene un problema de crisis de representatividad extrema afectando con ello la legitimidad. El ciudadano común no cree ni en los que están ni en los que estarán por venir, para ellos todos son iguales y ninguno le resolverá sus problemas de existencia.
Es imposible pensar que en un país donde nadie le cree al otro, o donde nadie puede conducir porque la gente aborrece todo lo que sea institucional, es posible solucionar el problema económico. Si no resolvemos primero el tema de la gobernabilidad no hay equipo económico que pueda poner en marcha un país que no está dispuesto por desconfianza a que lo conduzcan. Si no hay gobernabilidad cómo podemos pensar que el ciudadano está dispuesto a pagar impuestos para que lo manejen aquellos a los cuales repudia. Si no hay gobernabilidad cómo podemos pensar que podemos disciplinar socialmente a un país si la gente no tiene respeto por la autoridad. Si no hay gobernabilidad cómo podemos imaginar que los planes que se ponen en marcha tendrán sustentabilidad.
La gobernabilidad a esta altura no es un problema sólo del partido gobernante, o de sus socios que decidieron alejarse, sino también de cada uno de los opositores que están esperando el momento de la alternancia. En esta crisis de representatividad ya no es la gobernabilidad un problema de acumulación de poder para enfrentar otros poderes, es un problema de existencia de la sociedad.
Cuando se diluye la representatividad y los afecta por igual arrastrados por el descreimiento a radicales, peronistas, socialistas, y cuanta variante nueva se construya, Carrió, Farinello, Moyano, etcétera, durando el período de tiempo cada vez más breve de un fugaz enamoramiento que la realidad se encarga de triturar inexorablemente.
El problema económico no se resuelve si no resolvemos primero el problema de la gobernabilidad, no es al revés, que lo económico traerá aparejado la resolución del problema de la conducción de la sociedad. En este punto de inflexión todos los atajos no sirven, la ley de acefalía, los Chávez venezolanos, sólo las sociedades que perduran son aquellas que realizan su propio recorrido aprendiendo de los errores y asumiendo su parte de responsabilidad.
Pero si el problema es de representatividad alguno estará pensando que este es sólo un problema dirigencial, que cambiando a todos los dirigentes de un plumazo el problema termina, que cerrando todos los cuerpos parlamentarios se termina con los políticos y ahorramos unos cuantos pesos. Las sociedades tienen mucho que ver con sus dirigentes, su nivel dirigencial aun en un momento de aguda crisis de representatividad sigue reflejando estadios del desarrollo histórico y su propia incapacidad de reemplazarlos democráticamente y construir modelos alternativos a los existentes.
La existencia de una camada de niveles dirigenciales construidos durante décadas de trabajo político, gremial, empresarial puede ser sustituida pero nunca negada, cada uno de ellos reflejó en su momento los deseos y aspiraciones de sus electores, las fallas en sus gestiones son responsabilidades que nadie se las podrá exculpar, pero asumir que de aquí partimos para comenzar a cambiar es desconocer la realidad.
La construcción de la gobernabilidad seguramente se hará inicialmente con los mismos que conocemos, porque son el resultado de la expresión democrática de la consulta popular, pero deberá incluir en la misma la totalidad del arco social sin exclusiones para que nadie pueda sentirse ajeno o liberado de responsabilidad. No hay tiempo para la ventaja electoral o sectorial, no existe el 2003 si no caminamos todos juntos el 2001/2002, los tiempos electorales no son más que fechas de recambio institucional pero que a la sociedad a esta altura poco le importan.
Hablar de gobernabilidad no quiere decir que se quiere apartar al presidente, pero tampoco se quiere decir que solamente con el presidente alcanza, este gobierno no garantiza el sentido estricto de la gobernabilidad, la crisis es de tal magnitud que requiere dotar de mayor contenido a la representatividad. Las cosas para una persona o un partido no siempre son como uno quisiera, lo importante es que sean como la gente quiere que sea.
La tarea de la hora es construir representatividad junto a un conjunto de ideas fuerza que unifiquen a los argentinos, todos debemos tener la capacidad de poner y no imponer ideas a debatir. La verdad no es de nadie en particular, todos tenemos un pedazo de la verdad. Saber encontrar denominadores comunes es el mayor de los objetivos, sin ellos la Argentina no tiene futuro.
(*) Concejal (UCR)


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