Año CXXXV
 Nº 49.337
Rosario,
viernes  21 de
diciembre de 2001
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Central y Newell's
Cómo entrenar cuando el país se desarma
El pueblo futbolero demostró que la pelota no es un opio

Gustavo Conti Luis Castro

Hablar de fútbol en un día como el de ayer pareció casi una falta de respeto. Cubrir una práctica también, al menos era inevitable pensar que se estaba perdiendo el tiempo. Estuvo muy claro que la noticia pasaba por otro lado, si hasta a los mismos jugadores les resultó extraño estar entrenando cuando era evidente que la necesidad de información sepultaba cualquier intento de hacer otra cosa. Fue tan marcado esto que mientras el plantel canalla le daba a la redonda, el país se quedaba sin presidente, sin contención, sin nada más que el clamor del pueblo. O tanto como eso.
La práctica canalla, que fue en la ciudad deportiva y no en el Gigante, empezó sin la confirmación de que la fecha estaba suspendida, tal la pereza de la AFA para decidir lo lógico. Es que desde el miércoles que se suponía que, en las condiciones de anarquía que se encontraba el país era imposible pensar que se podían llevar adelante espectáculos deportivos, mucho menos cuando se trataba de definición de campeonatos, tanto en primera división como en la B Nacional.
Sólo a una AFA miope se le pudo ocurrir demorar el anuncio de la suspensión hasta bien entrada la tarde, y sólo a la una AFA miope se le pudo ocurrir suspender primero los torneos de la B, C y D y esperar (quién sabe por qué motivo) para determinar lo mismo para los dos campeonatos más importantes del fútbol argentino.
Y cuando finalizó el trajín de una jornada además agobiante por el calor, el plantel supo al fin que el fin de semana no habría fútbol. Y que Argentina no tenía presidente. Lo demás era sabido: el caos, las manifestaciones populares, el descontrol policial, el hambre, la dramática y contundente exigencia de un país para que sus dirigentes se fijen en las necesidades de su gente antes que en sus apetencias personales, sean del partido que sean.
Central, como todos los equipos que ayer entrenaron, jugó un partido que no le importó a nadie pero en definitiva estaban cumpliendo su jornada diaria de trabajo como muchos de los argentinos. Y en ella se dedicaron a jugar al fútbol por 50 minutos, donde el equipo que anunció Teglia para enfrentar a River cuando la tormenta pase venció a uno alternativo por 3 a 2, con dos goles de De Bruno y uno de Pizzi, descontando Figueroa y Pablo Vitamina Sánchez. La novedad fue que Pizzi se retiró antes por las secuelas de un cuadro gripal y en su lugar estuvo Pierucci.
Central volverá a entrenar en la tarde de hoy en la ciudad deportiva, difícilmente su actividad adquiera otra vez relevancia. El pueblo, ese pueblo futbolero como ninguno, al que una vez su mejor fruto (Diego Armando Maradona) lo puso al nivel de opio de la conciencia colectiva, demostró que puede dejar la pelota de lado. A la que volverá a mirar con cariño recién cuando las soluciones empiecen a vislumbrarse.

Cuando el pueblo dijo basta
Muchas veces se dijo que un pueblo tiene el gobierno que se merece. La frase, patética por cierto, parecía tener cierto grado de acercamiento con la realidad. Las innumerables medidas sólo castigaban a la clase trabajadora, pero eran aceptadas con cierta resignación aunque con la esperanza de una reactivación, esa que nunca llegó. Por eso un día el pueblo dejó de estar adormecido y se autoconvocó para decir basta. Basta a tantos ajustes sobre los que menos tienen. Basta de políticos ineptos y corruptos. Basta a tanta impunidad. Basta a tanta falta de trabajo. Por fin se dijo basta.
La práctica de fútbol del plantel rojinegro quedó relegada a segundo plano. Los jugadores cumplieron con sus obligaciones pero con la mente puesta en otro lado, en el país. La crisis imperante en el territorio nacional era el único tema a tratar. Y la mayoría coincidió en que estos días serán históricos y recordados para siempre. Fue el día en que el pueblo, sin banderas políticas, reaccionó para pedir un cambio. El agotamiento se hizo insoportable y fue necesario hacer oír los reclamos para que la dirigencia política escuchara la voz del pueblo, esa que meses atrás había mandado un mensaje con el voto en blanco pero que no tuvo eco.
"Los principales saqueadores están en el gobierno. Esa mafia llevó al país a esta instancia y los primeros perjudicados son los argentinos que sufren", disparó Raúl Damiani, expresando lo que la gran mayoría de la gente piensa.
Los años se sometimiento y opresión llevaron a los argentinos a manifestar sus pesares en una marcha de la bronca. Sin los políticos -quedó en claro que nadie quiere verlos- ni los gordos de los gremios, esos que quisieron aprovechar la ocasión.
El hambre imperante obligó a mucha gente a saquear supermercados. Algo, sin dudas, repudiable. Porque los oportunistas de ocasión (o delincuentes) aprovecharon el momento de incertidumbre para actuar sin reparos. "Sentí mucha tristeza cuando vi que la gente saqueaba para comer, porque nos robamos entre pobres. De esa manera nos estamos perjudicando todos. Se llegó a esa instancia por malos manejos políticos y la gente no tiene para comer, más allá de que muchos utilizaron los disturbios para delinquir", agregó el defensor de Roldán.
El tan temido default económico por ahora logró controlarse, pero no se atendió las necesidades de la gente y se produjo el default social. Tanta angustia acumulada durante mucho tiempo de espera por un tiempo mejor colapsó y como consecuencia de esto las dos principales figuras del país: Fernando de la Rúa y el ministro de Economía Domingo Cavallo tuvieron que abandonar el barco dejándolo en el medio del océano. "No creo que haya una solución inmediata. Hay que ver quién agarra esto hierro caliente. Será un largo camino el que tendremos que recorrer para reactivar el país", opinó el juvenil Mauro Rosales.
Los argentinos despertaron y manifestaron su bronca sin reparos. Es cierto que esta reacción dejó víctimas en el camino, pero quedó bien en claro que el pueblo, unido, jamás será vencido.



Teglia en una práctica que quedó en segundo plano.
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