El Sol se opacó de golpe. Tal el nombre del autoservicio instalado hace 20 años en Lavalle 3530, que ayer desapareció. Fue saqueado, vaciado cuando el reloj marcaba las 18 y el país entero se subsumía en la decadencia. La gente cargó bicicletas, motos, carros tirados a caballo, bolsos deportivos y, difícil creerlo, autos de modelos nuevos. En la carrera alocada muchos perdieron hasta los zapatos. La familia propietaria lloraba de pie sobre las ruinas.
El paisaje no debió cambiar demasiado del resto de los hechos ocurridos en Rosario. La gente se llevaba todo, absolutamente todo. No quedaron ni las cajas registradoras y obviamente las botellas (de cualquier producto), las escobas, los artículos de limpieza, la comida y hasta media res.
Imparables
Apenas empezó la tarde los grupos de saqueadores se agruparon allí y frente al depósito ubicado a la vuelta, en Uruguay al 3900. El dueño decidió evitar desmanes entregando comida ante la insignificante custodia policial. Tan insignificante que, de repente, los desesperados manifestantes decidieron alzarse con todo. Nada ni nadie pudo pararlos.
Rompieron vidrios, tiraron freezers, desparramaron harina, exprimieron hasta los cartones de los precios.
Un hecho similar tuvo lugar en bulevar Seguí, donde funciona el supermercado Súper Santiago. Un empleado contó que los propietarios "quisieron entregar comida", pero la gente levantó la persiana e ingresó igual.
La zona fue un caos y muy pocos zafaron. Al atardecer en el supermercado Puerto Florencia dos enormes containers tapaban sus dos entradas. Es más, en cierto momento ni siquiera se apuntó a los autoservicios y sus depósitos. La gente, desesperada, quiso ingresar a cualquier galpón que se topara en su camino. Un ejemplo fue el panorama evidenciado en Cafferata al 3000, aunque allí la policía llegó a tiempo y detuvo a 7 jóvenes que, cerca de las 20, estaban boca abajo en el piso.