Año CXXXV
 Nº 49.332
Rosario,
domingo  16 de
diciembre de 2001
Min 22º
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Editorial
Etapa llena de dificultades

La Argentina está atravesando horas muy difíciles. Los hechos que se vivieron anteayer en Rosario, cuando el fantasma de los saqueos de 1989 volvió a sobrevolar la ciudad, abren fértil territorio para la reflexión, más necesaria que nunca para posicionarse ante una realidad que no puede abarcarse con una sola mirada.
Ocurre que se produce una coincidencia de factores -uno muy real, el otro presunto- cuya simultánea presencia abre disyuntivas de resolución compleja. Por un lado, la concreta necesidad de mucha gente, desplazada a los márgenes del sistema por un modelo impiadoso, que carece de mallas de contención; basta repasar las cifras de desempleo en Rosario, con porcentajes que superan los dos dígitos, para comprender que la palabra "hambre", de obvia crudeza, no resulta tan inadecuada para dar una imagen de lo que sucede. Pero por otro lado, sería pecar de imperdonable ingenuidad el suponer que no existieron, en la jornada del viernes, elementos que instaron a la gente -echando nafta sobre las llamas- a adoptar actitudes como las que se vieron, situadas en muchos casos en la esfera del delito.
Debe el gobierno tomar nota prolija de todo esto. Debe recordar que camina sobre una cornisa y se halla a un solo paso del abismo, con la misma continuidad institucional puesta en riesgo por individuos que apuestan al caos con propósitos inconfesables. Debe comprender que los niveles de desesperación en determinados sectores sociales son tangibles, y que pueden empujar a muchas personas hacia lugares de los que ya no se retorna. En este momento, el Ministerio de Economía está encarando una misión tan crucial como ardua, el canje de deuda internacional, después de haber concretado con éxito el tramo local, que también demandó la superación de numerosos obstáculos. Si la totalidad de la operación logra ser llevada a feliz término, se habrá dado un paso trascendental para el futuro del país, que habrá conseguido una cuota de oxígeno. Pero el clima dista de ser el ideal: desconfianza -que se tradujo en el retiro masivo de depósitos de los bancos, que obligó a la posterior inmovilización de los fondos-, reticencia o simplemente ausencia de apoyo por parte de los restantes integrantes del arco político, y un marco internacional que espera pruebas de la real voluntad de producir el imprescindible recorte del déficit fiscal son los componentes de un coctel ciertamente inestable. En juego, dependiendo de la capacidad de los que deciden, hay muchas cosas: los ahorros de la gente, por ejemplo, y la chance de un país posible, competitivo. Si este tramo del camino se recorre sin tropiezos, se deberán rediscutir, luego, otras cosas: entre ellas, si la industria nacional está en condiciones de soportar la competencia abierta con el mundo. Acaso medidas protectoras sean inevitables. Mientras tanto, habrá que sostener el diálogo y no caer en la tentación de arrojar todo por la borda. Nadie puede, ni debe, aguardar milagros.


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