Año CXXXV
 Nº 49.326
Rosario,
lunes  10 de
diciembre de 2001
Min 13º
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Editorial
Derechos humanos en deuda

La conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos no encuentra al país ni al mundo en una situación que, aun lejos de todo ideal, pudiera calificarse siquiera de medianamente aceptable. Fronteras adentro aparecen en primer plano dos órdenes, al menos, de problemas que interrogan la conciencia jurídica de los argentinos, la cual -más allá de su desarrollo, que sería deseable fuese mayor- equivale al grado de civilización adquirido por el Estado. Ambos temas son las irresueltas consecuencias de la desaparición forzada de personas durante la dictadura -tanto la impunidad de los responsables a causa de una maraña de fallos, leyes de perdón e indultos, como la información que se adeuda sobre la verdad a los familiares de las víctimas-, y la violación de los derechos sociales básicos en la actualidad, como directa consecuencia de la gravísima crisis económica, que tornó de hecho y a veces de derecho inaplicables numerosas disposiciones de avanzada que supo tener la legislación argentina en materia de protección del trabajo asalariado y en el ámbito de la seguridad social. Estos temas deben necesariamente formar parte de cualquier agenda que se plantee desde la política, en democracia, para alcanzar la recuperación nacional.
Fronteras afuera el panorama es ominoso. A las violentas acciones del terrorismo internacional se han opuesto represalias que no se compadecen totalmente con la defensa y el respeto de los derechos fundamentales de todos, expresados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la de los Derechos del Niño, la Carta de las Naciones Unidas y otros instrumentos suscriptos por una importante mayoría de países. No cabe en este aspecto sino adherir a las preocupaciones manifestadas en un comunicado oficial por la alta comisaria de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson. Para la funcionaria, el 2001 ha sido un año de retos en lo que respecta a los derechos humanos y la esperanza de que el cambio del milenio marcara una nueva era de respeto para las libertades fundamentales parece ahora como un recuerdo distante. Los conflictos armados siguen haciendo estragos en todo el mundo, con violaciones del derecho internacional humanitario, y por lo tanto hay muchísimo por hacer todavía en ese terreno a nivel mundial.
Esta delicada tarea no podrá llegar a feliz término si se la desarrolla en confrontación con los criterios de retaliación dominantes entre las potencias mundiales, pero tampoco deberá excluir la sana crítica al comportamiento reactivo de éstas frente a las injustas agresiones.


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