Año CXXXV
 Nº 49.321
Rosario,
miércoles  05 de
diciembre de 2001
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Interiores: Ciencia

Jorge Luis Besso

La marcha de la ciencia no se detiene y la marcha de la vida tampoco, aunque la vida en cuestión se desarrolle, o mejor se subdesarrolle en la Argentina. Pero son marchas con velocidades diferentes, con direcciones diferentes y con sentidos distintos, todo en una compleja combinación muchas veces al servicio del progreso y muchas otras al servicio de la locura. En occidente la historia de estas marchas y contramarchas encuentra un comienzo en la Grecia Clásica anterior a todos los clasicismos que vinieron después. El clásico del domingo y de todos los días, era entre doxa y episteme: la doxa representaba la opinión y la episteme la ciencia.
Claro está que eran campos diferentes y toda la esperanza en el avance del conocimiento, y más aún, la idea de que el avance del conocimiento era simultáneo con el progreso de la humanidad implicaba que el partido se definía por el lado de la episteme y no de la doxa, que en tanto terreno de la opinión era el propio de la política, pues este era un campo donde no se requerían especialistas (salvo para Platón), sino más bien lo que se valoraba era el "sentido común". Igual que ahora. Al punto de que hoy por hoy constituyen la llamada clase política y está conformada por colegas humanos especializados en alejarse del sentido común, más todavía de los intereses comunes, en beneficio exclusivo del interés propio y de sus socios.
El otro grande de la filosofía griega, Aristóteles, tenía una frase que reflejaba de un modo magistral la esperanza en la evolución del conocimiento y de la técnica:
"La esclavitud dejará de ser necesaria si las lanzaderas y los plectros pudieran ponerse en movimiento por sí mismo".
Plectros y lanzaderas se usaban para tejer, pero lo que llama mucho la atención son dos cosas:
1) La intuición aristotélica capaz de imaginar el automatismo simplificando las tareas humanas.
2) La esperanza del filósofo de que la "esclavitud deje de ser necesaria". Faltaban todavía muchos años para que la esclavitud dejara de ser "necesaria" y por tanto fuera abolida, no tanto por razones humanísticas sino más bien por cuestiones de orden práctico.
Por lo demás desde hace tiempo sabemos y disfrutamos de automatizaciones varias que alivian la vida cotidiana en una cierta cantidad de hogares, y más todavía en algunas fábricas que pueden contar con robots especializados, especialmente en tareas de alta complejidad o de alto riesgo. Pero sin riesgo de problemas, pues el amigo robot carece tanto de doxa, como de episteme, esto es no opina, no reflexiona, y además no se angustia, no para, pero tampoco compra, no alquila, ni come, ni fuma, ni demás yerbas.
En los corrillos académicos las ciencias se dividen en dos grandes grupos:
a) Las ciencias duras.
b) Las ciencias blandas.
En el primer bando y en primer lugar se ubican la física y la matemática que vendrían a ser las ciencias top. También por aquí está la biología, mucho más en estos tiempos con mucho ruido y muchas nueces donde asistimos al milagro o a la pesadilla de la clonación, pero con la esperanza de que el límite esté en el alma ya que, en principio, parece lo único no clonable.
En el segundo pelotón se amuchan todas las humanísticas siempre bajo sospecha de no ser muy científicas y aquí revistan la sociología, la antropología, la psicología, la lingüística, el psicoanálisis, etcétera. Es decir las vinculadas con la palabra, los lenguajes, las lenguas, símbolos, signos, sensaciones, sentimientos y de última las pasiones. En suma todo lo social, pero también la conciencia y la inconsciencia de todo este menú. En las primeras reina y cunde la objetividad, en las segundas objetivo y subjetivo se mezclan abundantemente, con lo cual aquéllas tienen el prestigio de ser exactas, en cambio éstas tienen la "culpa" de ser más o menos inexactas.
Lo que está claro es que la vida es más dura que blanda, que el balance entre expectativas y logros nunca es muy favorable, que el sueño aristotélico se realizó ampliamente en cuanto al avance de los automatismos, pero no tanto en cuanto a la liberación de la esclavitud, que hay una ciencia de la vida en el sentido de la biología, pero que no hay una ciencia de la existencia, pues la existencia es más incierta que cierta, no es muy previsible, no es clonable, es probablemente el único turno de que disponemos, llegamos sin saber y nos vamos sin saber demasiado, pero a pesar de todo puede ser disfrutable, respirable y respetable, a pesar del otro, pero también gracias a él.


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