Año CXXXV
 Nº 49.313
Rosario,
martes  27 de
noviembre de 2001
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Guerra al terrorismo. Es para que se respeten sus derechos sociales
Un día de ayuno mundial por las afganas
Los talibanes las excluyeron. La burka, la prohibición de trabajar y estudiar, aparecen como obstáculos a vencer

Leonardo Graciarena

Un día de ayuno mundial para reforzar la pelea por el reconocimiento de los derechos de las mujeres afganas en el nuevo presente político-social. Con esa idea en la mente e invocando la "no violencia gandhiana", un importante grupo de legisladores europeos convoca a que el planeta ayune el sábado 1º de diciembre por las mujeres afganas. El Partido Radical Transnacional y los Radicales italianos (www.radicali.it), con organizaciones como "No hay paz sin justicia", "Que nadie toque a Caín", "Esperanto Radicala Asocio (ERA)", y los electos radicales (de ideología laica y ultraliberales) en el Parlamento Europeo llaman a solidarizarse con los heridos derechos de la mujer afgana para que su voz se escuche en el nuevo gobierno que se delinea hoy por hoy en Bonn.
Pero en esta nueva etapa que se abre en Afganistán las preguntas abundan y las respuestas escasean. La caída de los talibanes, ¿implica la liberación femenina en Afganistán? ¿Cuáles son los lineamientos religiosos de los mujahidines de la Alianza del Norte? La caída de la burka, esa especie de vestido-cárcel, ¿libera a las mujeres? La pelea de estas mujeres ¿es contra el régimen talibán o contra la lectura radical que se hace del Islam?

Irracionales y frágiles
Sin ingresar en el lugar común de si una religión es buena o mala, distintos analistas concluyen que las mujeres islámicas viven en un mundo extraño. Son consideradas reinas, pero en su hogar. Según distintas interpretaciones de la Sharia -derecho canónico basado en el Corán-, la mujer no es igual hombre. Ellas son la imagen del alma, más irracionales, frágiles y "proclives a la imaginación" que los hombres, que son más racionales. El cuerpo de la mujer es considerado "más fluido" y una fuente de tentaciones que deben evitarse con el aislamiento y el control estricto.
El exégeta -intérprete y comentarista de las Sagradas Escrituras- Al-Fakhr Al-Razi explica que "la superioridad del hombre sobre la mujer es un hecho reconocido. El hombre es muy superior a la mujer por las razones siguientes: por la inteligencia; por el precio de la sangre, pagada a los familiares de un hombre asesinado; por la herencia (la mujer recibe, como máximo, la mitad que el hombre); por el peso de su palabra ya que el testimonio del hombre posee doble valor que el de la mujer; por ser el hombre el que se casa con la mujer o el que puede vivir en concubinato y no al revés; por la potestad que tiene el marido de repudiar a su mujer y de readmitirla, con o sin el consentimiento de ella, en cambio la mujer no puede repudiar a su marido. Una vez repudiada no puede exigir al marido que la readmita o, al contrario, no puede oponerse a que el marido la obligue a retornar al domicilio conyugal; finalmente, porque la parte de los bienes obtenidos como botín de guerra es mayor en un hombre que en una mujer".
¿Esto es regla en todo el mundo islámico?. El Islam -resignación o sumisión total a la voluntad de Dios, según su traducción-, tiene como texto base al Corán, escrito en el siglo VII por los discípulos directos de Mahoma. Este libro sagrado ha tenido mil interpretaciones. Al Corán se le agregaron en los siglos siguientes un cuerpo de doctrina jurídica y teológica redactada por los ulemas (doctores en teología).
En el mundo se estima que hay mil trescientos millones de musulmanes con dos grandes vertientes: los sunnitas (90%) y los shiítas (10%). Según la Enciclopedia Mundial de Cristianismo -publicada en Oxford- mientras el cristianismo es practicado en 238 países por 1.900 millones de personas, que corresponden a un 31% de la población mundial, al islamismo pertenecen 1.200 millones, es decir, un 19,6% de la población. Sin embargo, el cristianismo mantiene como una constante su número de adeptos, con cierta tendencia a la baja, mientras que el islamismo ha crecido en más de un 7%.
Afganistán y su realidad se convirtieron en el boom del momento como consecuencia de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono del 11 de septiembre, pero no sólo en el territorio afgano los fundamentalistas violan los derechos de la mujeres. En Argelia los grupos radicales islámicos -entre ellos el Grupo Islámico Armado (GIA)- secuestran, violan, matan y han descuartizado a decenas de mujeres. En Bangladesh muchas mujeres tienen que vivir con la marca de ácido en la cara tras ser atacadas por los integristas.

Islamismo radical
La visión radicalizada del Islam de los talibanes proviene de la secta sunnita de los wahabis de Arabia Saudita, donde el Corán es Constitución. Son los más puritanos del Islam. Interpretan el Corán en forma muy literal. Desaprueban la veneración exagerada a Mahoma y consideran impropia la magnificencia en la arquitectura y el ritual religioso, así como el lujo personal. Prohíben el tabaco, las bebidas alcohólicas, el juego y la usura. Y además recomienda la pureza sexual. El wahabismo traducido al talibán tuvo en Afganistán un blanco lógico: las mujeres.
Las escuelas de niñas fueron cerradas y se expulsó a todas las mujeres -alumnas y maestras- de los colegios mixtos. El Estado, que las empleaba, las despidió a todas. Una ley prohibió a las mujeres trabajar fuera del hogar. La misma ley impuso la decapitación para los criminales, la muerte por lapidación -a piedrazos- para los adúlteros hombres y por la espada para las mujeres infieles. También se penó con la pérdida de un dedo a los idólatras y una mano para los ladrones. Las ejecuciones eran moneda corriente y con muy buena aceptación en un país sin televisión.
La prohibición para trabajar paralizó a las ONG que operaban en territorio afgano y que empleaban mayoritariamente a mujeres. Grupos como Terre des Hommes y Care of Afganistán, que daban salud y alimentos a las víctimas de 20 años de guerra, tuvieron que suspender sus actividades. Y los que se quedaron, lo sufrieron en carne propia. Ocho trabajadores de una ONG alemana fueron prisioneros de los talibanes y estuvieron a punto de ser condenados a muerte por "cristianizar", hasta que la reconquista de Kabul por la Alianza del Norte los salvó. Según datos de las ONG, de los 1.200.000 habitantes de Kabul, una tercera parte dependía de ellas para sobrevivir.
Estas privaciones se tradujeron en que cada treinta minutos una mujer muere al dar a luz en Afganistán ya que los médicos no pueden tocar a las mujeres. El director regional de Unicef para el sur de Asia, Nigel Fisher, explicó que "esto significa que cincuenta mujeres mueren al día en este país dando a luz un niño".



Una mujer con la clásica burka, símbolo de la postergación.
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