Año CXXXV
 Nº 49.303
Rosario,
sábado  17 de
noviembre de 2001
Min 13º
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La precaria condición de la razón
"El juego del bebé", de Edward Albee, se estrenó en el Parque España
Norma Aleandro y Jorge Marrale encabezan el elenco de la puesta dirigida por Roberto Villanueva

Rodolfo Bella

Duda y razón son los conceptos en base a los cuales se articula "El juego del bebé", la obra de Edward Albee que se presenta en el teatro del Parque de España (última función esta noche). El juego aludido en el título refleja la compleja complementariedad de esos dos axiomas que son el motor de una larga reflexión referidos a la existencia y largamente debatidos.
Mujer y Hombre, interpretados por Norma Aleandro y Jorge Marrale, y Chico y Chica, a cargo de Claudio Tolcachir y Verónica Pelaccini, son los nombres genéricos de los personajes. Una escenografía también genérica -sólo dos sillas para niños- son el sintético dispositivo escénico de la puesta de Roberto Villanueva.
Ya sea con la duda como fuente de la razón, o la razón condicionada por la duda, instaladas como base argumental de la obra, los personajes se encuentran con un conflicto difícil de resolver y de encuadrarlo en un marco de realidad. Mientras, el absurdo viene en su auxilio. La obra comienza cuando Chica, sentada en su sillita de niña, anuncia sonriente y feliz: "Ahora voy a tener el bebé". A partir de allí comienza una lenta pero precisa descomposición de los personajes y una deconstrucción del deseo.
El bebé llora, come y reclama atención, pero nunca aparece en escena. El niño reviste una condición de personaje fantasmal, en tanto trazas de una idea de felicidad, vinculada a la idea de pareja que se completa con la procreación.
Esa condición de fantasmal es extensiva también a Hombre y Mujer. Ellos llegan sin que nadie los llame con un inquietante objetivo: poner en cuestión las bases de esa felicidad que la pareja logró construir y que la llegada del bebé consolidó. El objetivo enunciado por el autor es, sin embargo, ambiguo y admite diversas lecturas.
A lo largo del texto, Albee dosificó las dudas acerca de lo que se representa en escena en forma de preguntas sin respuesta dirigidas al público. Lo hizo en medio de los monólogos que Hombre y Mujer plantean como si fueran los maestros de ceremonia de un oscuro y por momentos cómico ritual.
El lenguaje pensado por Albee encuentra un contrapunto en los diferentes planos de representación. En el texto sobrevuela la tradición del absurdo y su dosis de comicidad, que contrastan alternada y regularmente con el realismo de escenas dramáticas. El efecto de un discurso absurdo y satírico, y una representación suficientemente realista del mundo descripto por los personajes, confluyen en un impostado y cruel melodrama, cuando Hombre y Mujer anuncian que vienen a apropiarse del bebé.
El distanciamiento, destinado desde el comienzo a revelar el artificio de la construcción dramática, es una provocación que tiene por destinatario al espectador. Las distorsiones del registro vocal y el estilo de la representación hacen que Hombre y Mujer adquieran distintas connotaciones, según avanza la obra. Aleandro y Marrale tienen ocasión demostrar una amplio arco de recursos actorales para darle credibilidad a esos personajes inclasificables.
Planteados como risueños personajes de la Comedia del Arte o unos Golem monstruosos; también fantasmales, como el bebé, o interpretados simplemente como la conciencia reprimida de Chico y Chica, esos dos seres inacabados de Gran Guignol que irrumpen alegremente, van sumando oscuridad en un discurso cada vez menos fragmentado, donde a pesar de que todo indique lo contrario, la razón sucumbe ante la duda, y el dolor de la verdad, ante una precaria felicidad.



Norma Aleandro y Jorge Marrale, sólidos y siniestros.
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