Año CXXXIV
 Nº 49.293
Rosario,
miércoles  14 de
noviembre de 2001
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Interiores: "Tóxico"

Jorge Luis Besso

Lo tóxico está directamente ligado a lo que contamina y enferma de afuera hacia adentro a partir de las innumerables sustancias tóxicas que nos rodean, también de las que muchas veces nos rodeamos, y lo que es peor nos impregnamos: a veces por la desidia, la desaprensión y en definitiva la desconsideración de algunos, pero que repercute sobre muchos más.
El humano se ha vuelto cada vez más explosivo, convirtiéndose cada vez más en un animal racionalmente irracional que con su paso torpe y soberbio va contaminando todo lo que puede y, por cierto, en este rubro puede mucho. Nada más peligroso que la razón trabajando al servicio de lo irracional pues entonces se potencia todo el mal que nos habita, individual o socialmente.
Hay, como sabemos, sustancias tóxicas, lo que no deja de ser una combinación particularmente explosiva, ya que sustancia quiere decir "cualquier cosa con que otra aumenta y se nutre y sin la cual se acaba", lo que la convierte en algo esencial: en este caso en una esencialidad tóxica en la medida que nos nutrimos con algo que nos hace mal. Si la vida es sueño lamentablemente también se puede decir que la vida es tóxica ya que tenemos:
* Intoxicantes varios
* Noticias tóxicas
* Correos bacterianos

Esencias
Sustancias y esencias están sustancial y esencialmente emparentadas y en muchos casos tienen patente de invisibles, lo que en primer lugar les viene de la filosofía, siempre dispuesta a depositar el ojo de la razón en los lugares en que la percepción común es más bien ciega, sobre todo, para resguardar su indiferencia. Luego la invisibilidad de lo esencial se popularizó con El Principito, y a cada cual le toca resolver y discernir si la sentencia de que "lo esencial es invisible a los ojos" es por culpa de la esencia o por culpa de los ojos. La solución salomónica le dará una parte a cada una, pero probablemente la responsabilidad sea una sola, es decir, la nuestra, de lo contrario lo importante se nos escapará de las manos, o lo que es peor, viviremos pisoteándolo. Ambos síntomas son perfectamente humanos.
De la infinita variedad de lo real hay dos cuestiones que parecen resumir y reunir a casi todas las otras y estas son Vida y Muerte, Eros y Thánatos según el psicoanálisis, y todo en una mezcla con equilibrio inestable, como corresponde a todo buen equilibrio, o bien en una combinación enferma, ya que hay gente que muere de amor y otros que matan por amor. Dios nos libre de ambos flagelos.

Defensas
Lo cierto es que no hay vida sin muerte, lo que en varios sentidos nos viene al pelo ya que nuestra vida depende en buena medida de la vitalidad de dichas defensas que, o bien nos protegen porque no dejan entrar el mal, o lo pulverizan si logró burlar la frontera. Así hasta la última batalla que, a diferencia de la primera es la que seguro perdemos, pues si perdemos en la primera es porque también es la última.
Sea como sea, que la enfermedad venga de afuera, o que se cocine por dentro, los humanos somos proclives a enfermar, lo cual es obvio, pero también corremos el peligro de "quedarnos" con y en la enfermedad cuando nos apegamos al dolor, lo que nos aferra al mal, pues quedamos atrapados en las cadenas del masoquismo.
"El problema económico del masoquismo" es el título de un artículo de S. Freud, que si don Sigmund reapareciera entre nosotros, con toda probabilidad le agregaría un anexo bajo el título "El problema del masoquismo económico en los argentinos", víctimas de una minoría sádica, tanto nacional como internacional, pero también de un empantanamiento en el mal. En ese texto Freud hace una afirmación contundente: "El verdadero masoquismo ofrece la otra mejilla a toda posibilidad de recibir un golpe".
Si hay uno verdadero es porque hay otro trucho, es decir, en términos más académicos, uno primario o fundamental que está en la condición humana misma, y otro secundario que cada individuo puede o no tener. En suma, que somos "masocas" por definición, lo que quiere decir que todo enemigo externo tiene una suerte de aliado interno capaz de ser más que complaciente con el mal que nos hacen, o con lo que nos hace mal. Es de lo que podemos estar advertidos de forma tal que cada vez que disfrutamos de algo o de alguien habremos ganado otra batalla más. Eso es lo nuestro, ganar batallas, la guerra finalmente la perderemos en la ya mencionada última batalla, pero ya no importa, pues a los festejos no asistiremos.


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