Año CXXXIV
 Nº 49.290
Rosario,
domingo  04 de
noviembre de 2001
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Análisis
Un plan razonable que exige consenso

Mauricio Maronna

Aun con fórceps, desprolijidades, confusión y contradicciones, el gobierno dio a luz al plan económico más razonable desde que asumió. Por primera vez la palabra "ajuste" no se apoderó de la escena a la hora de anunciar al país un paquete de medidas, gesto que constituyó toda una novedad y pareció tomar de sorpresa a la dirigencia, que se tomó casi 24 horas para posicionarse. La pregunta que sobrevuela es la siguiente: ¿tiene Fernando de la Rúa consenso político como para lograr que la batería de medidas, su última bala de plata, llegue a buen puerto?
Cuando el gobierno se parecía a un fruto que se estrellaría contra el piso con sólo sacudir el árbol, reapareció en escena el hechicero Domingo Cavallo anunciando la hora de "volver a crecer".
Resulta contradictorio que el plan más progresista de esta gestión haya alumbrado luego de que el gobierno tirase por la ventana a los representantes de la centroizquierda (léase Frepaso), se malquistara hasta el borde de la fractura con el partido de gobierno (UCR) y tensara la cuerda al máximo con los gobernadores peronistas, aliados tácticos indispensables si De la Rúa piensa llegar al 2003.
"Cavallo hizo la gran Charly García: se tiró desde un noveno piso a la pileta sin saber si hay al menos un colchón de agua para amortiguar los efectos", describió con gran sentido de la parábola un diputado nacional por Santa Fe.

La última oportunidad
La adrenalina que descargó el ministro a la hora de explicar las bondades del plan, fue el mejor indicio de que se trataba de la última chance. Pero, a diferencia de meses atrás, también podría ser la última oportunidad del presidente de la Nación, cuestión que le confiere a la situación un tono de dramatismo bien a la argentina.
El radicalismo duda en darle apoyo irrestricto al paquete, pensando en que un eventual fracaso podría decantar en una situación institucional alarmante. "Si nos atamos a la suerte de De la Rúa y el plan se cae no volveremos a ser gobierno durante los próximos 50 años", susurran los dirigentes cercanos a Raúl Alfonsín, molestos por haber sido convidados de piedra a la hora de diseñar el programa.
El gobierno contó, hasta ahora, con la ausencia de oposición salvaje de parte del peronismo, a quien nadie podrá enrostrarle corresponsabilidad en el estrepitoso fracaso de la Alianza. Pero el gigante que pareció estar dormido empieza a dar señales de vida y a olfatear que el poder está a la vuelta de la esquina.

Verano caliente
"Hay que acelerar todos los procesos internos, elegir a la conducción partidaria y tener un presidente en boxes con todo listo para salir a la pista", soltó pidiendo estricta reserva de la fuente un dirigente provincial justicialista que, además, trazó un inquietante panorama inmediato: "Los periodistas políticos van a tener un verano caliente".
La hipótesis debería preocupar a todos y cada uno de los que tienen responsabilidades políticas e institucionales. Si el almanaque de las elecciones presidenciales se adelanta, el país podría sufrir consecuencias imprevisibles.
Más allá de las frases grandilocuentes, las criticas abstractas al modelo y los ajustados diagnósticos de la realidad, nadie tiene un proyecto alternativo capaz de sacar a la Argentina de este presente oxidado.
El jueves pasado, como tantas veces en los últimos veinte años, Cavallo se posó sobre el trampolín, concentró todas las miradas y, con su audaz pirueta, cortó la respiración del auditorio.
Sin una red de contención suficiente, un salto al vacío se convertirá en un salto mortal para el gobierno. Pero, sobre todo, provocará que el país haga aún más calamitosa su habitual imagen de naufragio permanente.
"A mi viejo no lo entienden, dicen que es lento e irresoluto, nunca van a entender que es un fondista", asegura Antonito de la Rúa, harto del estigma de "diletante" que pesa sobre el jefe del Estado. Ahora tiene la última oportunidad para demostrarlo.


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