Año CXXXIV
 Nº 49.290
Rosario,
domingo  04 de
noviembre de 2001
Min 14º
Máx 27º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






El cazador oculto: "La televisión fija su propia regla"

Ricardo Luque

Desde el caso María Soledad, la televisión vio en la Justicia un bocado capaz de saciar, aunque más no sea de momento, su incontenible voracidad. Así fue como, primero tímidamente y después de un modo desembozado, la pantalla chica se llenó de programas que, de un modo o de otro, intentaban sacar provecho de la espectacularidad que de por sí tiene el juicio oral. Quién no recuerda el fabuloso show que montó la televisión nacional alrededor de la investigación del crimen que le costó el gobierno a Ramón Saadi. Si hasta se contrataron expertos en lectura de labios para descifrar los susurros que intercambiaban durante el juicio los miembros del tribunal. La experiencia resultó aleccionadora tanto para la televisión como para la Justicia que, a partir de entonces, toma recaudos para impedir que su natural obligación de hacer cumplir la ley se convirtiese en un show mediático. El impacto en el sistema fue tan profundo que jueces, fiscales y abogados, conscientes de que en el nuevo escenario la seducción pasa necesariamente por la actuación, tomaron cursos de teatro. Porque, quién puede negarlo, el juicio oral no es más que una puesta en escena del proceso judicial, o mejor, para decirlo en términos de producción televisiva, es un talk show en el que los participantes exponen sus virtudes y miserias no sólo porque quieren hacerlo sino porque deben hacerlo, ya que en ese acto les va la vida. Nada nuevo. La gravedad de lo que se pone en juego en un juicio hace que sus contingencias estén inevitablemente cargadas de emoción. Hollywood lo entendió rápidamente y convirtió la situación en un género cinematográfico que parió joyas como "Doce hombres en pugna". La televisión no tardó en seguir sus pasos. A su implacable juicio se sometieron políticos, actores, directores, vedetes, periodistas, pornostars, deportistas y hasta gente común, que para los hombres y mujeres cuyos corazones laten al ritmo del rating valen poco. Lo curioso es que ella misma nunca se sentó en el banquillo de los acusados. ¿Será porque no tiene ninguna deuda pendiente o porque dicta las reglas?


Diario La Capital todos los derechos reservados