Año CXXXVI
 Nº 49.286
Rosario,
miércoles  31 de
octubre de 2001
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Editorial
Política y economía

Las dilaciones y la incertidumbre están causando estragos en la credibilidad futura de la economía argentina. Si bien la situación ya es sumamente complicada, el cúmulo de versiones, marchas y contramarchas ha minado hasta límites casi sin retorno la confianza en el equipo económico.
Es justo señalar que la responsabilidad no es sólo del Ministerio de Economía. El déficit mayor recae sobre la falta de decisiones políticas claras y concretas, y que se puedan sostener en el tiempo con acciones. Y hasta ahora, las divergencias en el seno del propio gobierno han sido muy fuertes como para trazar un rumbo sin ambigüedades.
Las últimas designaciones del presidente De la Rúa apuntan, precisamente, a tratar de subsanar ese déficit. Más allá de las valoraciones de capacidad y lealtad de quienes han pasado anteriormente por el gabinete, es indudable que había notorias diferencias ideológicas.
Los nuevos ministros no tienen un perfil reconocido como para recrear la confianza de la sociedad. Todo indica que los nombramientos buscan, antes que nada, cohesionar a la administración y facilitar la toma de decisiones, sin que voces disonantes se escuchen en los medios de comunicación. Un gabinete sin figuras, pero homogéneo. Es probable que en las próximas horas se produzcan nuevos nombramientos para acentuar esta tendencia. Tal vez la receta no sea, para este momento y en este gobierno, errónea.
Con este paso indispensable saldado, el gobierno puede avanzar hacia otros objetivos. Algunas de las medidas económicas que se anunciarán, si bien la información no es oficial, podrían ayudar a que se comience a transitar un camino de recuperación. Para eso, previamente, es indispensable no errar en el diagnóstico: la economía argentina está virtualmente devastada y cualquier plan debe partir de esa premisa insoslayable. Es imprescindible apoyar la recuperación de las empresas generadoras de mano de obra, facilitarles el acceso al crédito y tasas de interés razonables, además de un fuerte shock de credibilidad para que endeudamiento no sea sinónimo de pánico e incertidumbre.
El gobierno tiene por delante horas cruciales para el futuro del país. Sólo en un marco de coherencia, racionalidad y confianza podrá acertar el camino. El tiempo perdido ya es demasiado; es hora de empezar a recorrer, decididamente, el camino que permita alcanzar mejores condiciones para la economía del país.


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