Año CXXXIV
 Nº 49.272
Rosario,
miércoles  17 de
octubre de 2001
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¿Sabrá el gobierno responder el mensaje de las urnas?
El nuevo escenario obliga a modificar el rumbo y cogobernar con el PJ en el Congreso

Isidoro Gilbert

El escepticismo que dominó al acto eleccionario del domingo se prolongó en la visión de los vencedores sobre la actitud que adoptará frente a la voz de la sociedad el presidente Fernando de la Rúa y obliga a meditar sobre el estado anímico de la sociedad.
Eduardo Duhalde, quien logró una victoria abrumadora sobre el ex presidente Raúl Alfonsín, dijo que no tener confianza en que De la Rúa cambie su orientación económica, y reiteró que si no se sale de la recesión se entrará a la depresión, y, de allí, al caos, una muletilla que utilizó en la breve campaña electoral y que seguramente lo acerca a la mirada desconfiada que Elisa Carrió tiene sobre el futuro inmediato del gobierno.
Duhalde y otro ganador, Rodolfo Terragno, quien piloteó la victoria de la Alianza con un discurso contra la política económica -un rasgo de la jornada atípica del domingo-, se pusieron de acuerdo en analizar una actitud concordante para presionar a De la Rúa para que modifique el rumbo económico.
A través de su vocero, Juan Pablo Baylac, el presidente insistió en que no se tocará la ley de déficit cero (que privilegia a los acreedores) ni la convertibilidad.
Domingo Cavallo -el gran derrotado- prepara una batería de medidas para alentar la producción dentro del enfoque global de seguir bajando el gasto público: en primer lugar, tiene que encontrarles una salida a las provincias, a las que les anticipó un recorte de los dineros que les corresponden mediante una compleja negociación con los acreedores de las mismas, bancos y fondos de pensión del país, renuentes a bajarles los intereses con que fueron pactados préstamos.
Los analistas saben que ningún sector puede hoy proponer algo diferente al ministro. También creen que si en las próximas semanas no recrea un clima de confianza, sus tiempos estarán contados.
Son momentos de emergencia: en el gabinete nacional hay quien cree que Cavallo se irá solo. Craso error. En horas de triunfo, cuando pudo desairar a Carlos Menem, que lo odiaba, optó por quedarse y debió ser expulsado del gobierno. Pero lo peor puede ocurrir, teniendo en cuenta el estilo del presidente, si no ve en poco tiempos cambios, es probable que comience a minarle poder, con todo lo que ello puede aparejar.
El intrascendente mensaje presidencial tras los comicios no termina de ser digerido ni por los suyos. Unos creen que reitera su estilo de mostrarse por encima de las pujas políticas y que cree que no sufre desgaste: la mítica plancha. Otros sostienen que un examen en profundidad lo obligará a adoptar decisiones que no tiene en mano. Por ahora sólo se dirigió a los mercados, no a los electores.
El ministro del Interior, Ramón Mestre, mentó la soga en casa del ahorcado al indicar que Duhalde -visto como el gran vencedor- debía meditar por el alto número de votos que perdió respecto de anteriores comicios. Efectivamente: en 1997, la última parlamentaria pura, el peronismo bonaerense logró medio millón más que este 14 de octubre, y perdió. No es el único drenaje. En todo el país ese año el peronismo logró 6.166.617 sufragios; el domingo, sólo 2.632.278, una fuga de 3,5 millones. Para la Alianza las penurias han sido superlativas: en 1997, consiguió 7.762.800 sufragios y el domingo 1.781.489, casi seis millones menos.

Sufragio de golondrinas
Acción por la República virtualmente desapareció, aunque luego de pactar con menemistas y otros peronistas logró algunos escaños. ¿Dónde fueron los sufragios de esos millones de argentinos? Variados son los senderos que tomaron los desencantados: hacia el voto bronca (superó a la Alianza) y al abstencionismo (mayor al de otros años). También a las nuevas formaciones políticas, como el ARI o el Polo Social, y a la fragmentada izquierda, que -en total- llegó al millón cien mil votos. Unos 600.000 obtuvo la Izquierda Unida. La mejor elección de la izquierda contemporánea fue en 1989, con algo más de medio millón de sufragios en todo el país y un legislador: Luis Zamora, entonces del MAS.
Con tantas divisiones y otras fugas de votos a nuevas opciones, pero por centroderecha (Gustavo Beliz, etcétera), en la Cámara baja habrá no menos de 20 partidos representados. El ARI, aunque consiguió un senador nacional y se convirtió en el tercer partido, no estuvo a la altura de las expectativas. El hecho de que Elisa Carrió no fuera candidata acaso le quitó la posibilidad de vencer en Capital y mejorar su performance en las provincias.
En otros tiempos, semejante disgregación y falta de apoyo efectivo hubiera generado movimientos en los cuarteles. Esa situación no existe, pero el escenario es favorable para la irrupción de algún Chávez criollo, como muchos creen desde hace tiempo.
Varios peronistas electos o no ya se colocaron en la agenda del 2003. De hecho en el PJ hay cuatro pretendientes: los gobernadores Carlos Reutemann, Carlos Ruckauf, José Manuel de la Sota y, desde el domingo, aunque lo niegue, el mismo Duhalde. No son voces que entonan la misma canción, pero sí fuertes animales políticos, con ansias de poder, un dato más psicológico que político que De la Rúa no podrá obviar.
La votación del ARI no le otorga títulos para encabezar por sí misma una nueva alternativa, pero Carrió dijo que no entrará en componendas así pierda más elecciones. Insiste en que "hay un régimen que se muere y otro que tarda en parir". En sus arrabales, el Polo Social, de Luis Farinello, podría ser un ave de paso, al menos que encuentre maneras de combinarse con otros sectores opositores.
Para la UCR y el Frepaso también llegaron tiempos de reflexión. Como, bien o mal, la Alianza ganó en Capital Federal, su jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra (quien apoyó a Terragno), siente que su esquema de poder, diferente al de De la Rúa, salió fortalecido. Terragno emerge como el principal pretendiente para el 2003 y un entusiasta por mantener la Alianza y ampliarla -lo explicitó- a sectores progresistas como el ARI.
¿Y Raúl Alfonsín? Aún en el ocaso de su carrera política su papel en el Senado será clave para el presidente. Negociador nato, debe decidir quién será su sucesor al frente del partido, si Rozas o Terragno, y taponarlo a De la Rúa como titular nato, sin romper con él. Pero en el alfonsinismo habrá caras pintadas a corto plazo.
Todas son fintas. La realidad está en la situación económica y social. ¿Cuánto puede soportar este país otros ajustes? He aquí uno de los grandes interrogantes para un liderazgo político que es menos representativo que en el pasado, aun ganando distritos o bancas. Y de eso no se habla.



Eduardo Duhalde ya piensa en una revancha en el 2003.
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