Año CXXXIV
 Nº 49.272
Rosario,
miércoles  17 de
octubre de 2001
Min 14º
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cartas
Don Ottone y padre Bullián

Como en la película de "Don Camilo y don Pepone", historia de pueblo chico y corazón grande, en un rincón de Rosario también convivieron historias paralelas, que como las líneas paralelas, se unen en el fin de la eternidad. En este caso, por amor a su tierra se juntaron codo a codo en la creación de Numain para terminar con las inundaciones el por aquel entonces presidente de la vecinal y el cura del barrio. Para fines de los años 50' llegaron a Empalme Graneros dos grandes hombres, Virginio Ottone y el padre Agustín Bullián, hombres discutidos y hasta a veces criticados, antagónicos en sus ideales, en su credo, en su forma de trabajo, en su forma de mirar las cosas, pero unidos en un común denominador: hacer grande a Empalme. Ambos se atrincheraron en su propia fortificación, uno en su iglesia, el otro en su vecinal, porque lo sintieron así, "su iglesia", "su vecinal", en definitiva su barrio al que sirvieron y dedicaron su vida. Hombres que hacía mucho abrazaban una vocación, una bandera, una lucha, una pasión; uno su fe evangelizadora, el otro su ideología, que con dignidad y decencia fuera un ejemplo para toda la clase política. Y así fueron pasando los años y Ottone se hizo viejo aquí en Empalme, y lo vimos pasar con su paso lento, su boina negra, su acento gringo. Virginio hizo grande a la vecinal más antigua de Rosario, creó escuelas, jardines de infantes, biblioteca, peleó por el agua, por las zanjas, por las calles y por reivindicaciones populares. El padre Bullián llegó al barrio siendo muy joven con la misión de levantar una pequeña capilla y así lo hizo, al igual que una escuela, un jardín de infantes, un dispensario. Tanto el padre como Ottone ya no están entre nosotros, ambos partieron con la fortuna de morir como vivieron, con la cabeza en alto. Vaya nuestro recuerdo.
Osvaldo Ortolani


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