Año CXXXIV
 Nº 49.266
Rosario,
sábado  13 de
octubre de 2001
Min 14º
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cartas
La decisión es tuya, mamá

Sabido es, que está fuera de discusión que el feto anencefálico es fruto de una cierta e identificada fecundación humana con un principio vital que le es propio desde el mismo momento de la concepción. Que tiene forma humana, que es de la misma especie y que se debe, por justicia, respetar como a cualquier otra persona de cualquier edad. Sin embargo, una gestación de estas características puede producir turbulentas confusiones en los sentimientos de sus padres ya que no solamente la madre es afectada. Si a causa de su deformidad, su madre, aún apelando a la inteligencia de su corazón, no quiere admitirlo como un hijo más, tal vez pueda entender que él nunca le podrá reprochar el haberlo desechado. Y si en cambio fuera recibido, tampoco le podrá agradecer más que con el contacto de su pielcita tibia y con el hábil latido de su pequeño corazón. Sí, puede producirse ese encuentro que será breve: unas horas, tal vez uno o dos días: el que será todo su tiempo de vida por aquí. Después será un recuerdo. La satisfacción de haberle permitido nacer, gracias a una actitud generosa, valiente y decidida, se transformará en felicidad y en testimonio de vida. Con el tiempo, los hermanitos que seguramente llegarán, ya que la madre es muy joven, recordarán que fue uno de ellos, el más necesitado de estimación. Tendrá para siempre un nombre que pronunciarán cariñosamente. Gracias a su paso les dio la oportunidad de entender la justicia en este mundo: que no discrimina a nadie, que reconoce a todos los miembros de la familia humana como igualmente dignos de respeto, sin importar sus carencias, deformidades o condición.
LC 3.105.991


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