Año CXXXIV
 Nº 49.267
Rosario,
viernes  12 de
octubre de 2001
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Guerra al terrorismo. Emotivas evocaciones en EEUU a un mes de los ataques
Nueva York, los humos perdurables de un infierno
Los sobrevivientes de la tragedia viven todavía bajo los efectos de una pesadilla

Deborah Hastings

Nueva York.- El bombero Chris Balducci mira en la distancia cuando le preguntan qué es lo que ha visto, y qué es lo que ha sentido. El no quiere hablar más del asunto. No quiere ir más a funerales de sus compañeros. Le encantaría poder dormir bien aunque fuese una noche. Desearía que cesara el sonido de las gaitas anunciando otro entierro de uno de los suyos. Es miembro de la Compañía de Bomberos Número 4. Quince de sus 60 compañeros murieron tratando de salvar vidas en las torres. "Generalmente, luzco este uniforme sólo una vez al año", dijo tocando su traje de gala y su sombrero blanco mientras estaba a las puertas de la catedral de San Patricio, en pleno centro de Manhattan, para asistir al funeral del subjefe de bomberos Donald Burns. "Pero, en la actualidad, he usado este uniforme de gala tantas veces, que ya podría hacer el saludo por su cuenta, sin necesidad de mi cuerpo".
Al cumplirse un mes del peor atentado terrorista en la historia de Estados Unidos, el proceso de cura apenas ha comenzado.
La ciudad debe reemplazar la experiencia y valentía de 343 bomberos que perecieron cuando las torres se derrumbaron. Las familias deben aprender cómo realizar funerales sin ataúdes, pues muchos de los atrapados en las torres fueron literalmente atomizados por las explosiones. Y el país, acostumbrado a la invulnerabilidad, debe acostumbrarse a que la guerra ha llegado a su propio territorio.
El camino a la recuperación, desde la ciudad de Nueva York hasta el Pentágono, y en el corazón y en los cuerpos de los sobrevivientes, se recorre a un centímetro por vez.

"No volveré a ser un hombre normal"
"Durante algún tiempo, no seré un hombre normal", dice Manu Dhingra. Sus quemados brazos están envueltos en espesos vendajes, su rostro está lleno de ampollas, sus dedos, despojados de la piel, son de color rojo cereza.
Luego, el corredor de bolsa de 27 años de edad, de origen hindú, admite que "tal vez nunca vuelva a ser un hombre normal". Dhingra trabajaba en el piso 83 de la Torre 1 cuando se estrelló el avión comercial contra la Torre 2. Logró escapar, pero tras sufrir horrendas quemaduras.
Aunque más de 285 mil toneladas de escombros han sido retirados del sitio donde estaban las torres, todavía quedan muchos por remover, y de acuerdo al alcalde Rudy Giuliani tomará un año limpiar el área. De los más de 5 mil muertos y desaparecidos, varios millares están todavía bajo los escombros, que siguen ardiendo.
Dhingra dice que al principio tenía lástima por sí mismo. Hasta que empezó a enterarse de otras historias de gente que fue llevada al hospital donde lo internaron. Lo que más lo ha impresionado es la historia de esa mujer que quedó quemada en un 80 por ciento de su cuerpo. Su dolor era tan intenso que los médicos debieron usar drogas para inducir un estado similar al coma.
"Cada día, su esposo la visita", contó Dhingra. "Lee libros para ella, pone discos de música suave, y le habla. Después de observar esa escena, resulta difícil sentir lástima por uno mismo". (AP)



Bomberos y policías en una pausa para la meditación.
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