Año CXXXIV
 Nº 49.262
Rosario,
domingo  07 de
octubre de 2001
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Más de 60 presos permanecen con las bocas cosidas en Coronda
La inédita protesta es en el pabellón 12 de la cárcel. "Es lo único que les queda", dice un psicólogo

Osvaldo Aguirre

El Servicio Penitenciario de la provincia y la Coordinadora de Trabajo Carcelario están de acuerdo en algo: es la primera vez que presos de una cárcel santafesina deciden en forma masiva coserse la boca como forma de plantear un reclamo. La protesta comenzó el lunes en el pabellón 12 de la Unidad 1 e involucra todavía a 65 internos con la boca suturada y a otros 8 con los párpados ligados, todos en huelga de hambre.
Los presos utilizan elementos extremadamente precarios en las costuras. Algunos tienen agujas pero otros emplean alambres y se cosen las bocas o los ojos con un hilo grueso, después de adormecer la zona de punción con pasta dental.
"Lo toman como una cuestión simbólica. Nos dijeron que se cosen la boca por el silencio y el aislamiento a que están sometidos, y los ojos para no ver la injusticia de la situación que viven", dice Lilian Echegoy, de la Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC).
"Están desesperados. No es que les encante hacer eso, sino que es la única forma de protesta con que cuentan. La palabra de los presos no es escuchada en Coronda", agrega Echegoy.
Por su parte, el director del Servicio Penitenciario provincial, Arturo Gandolla, asegura que está dispuesto a dialogar con los presos. "Pero la condición es que se descosan las bocas", advierte.
El hecho de que los presos se cosan partes de su cuerpo o se produzcan lesiones o cortes no es raro en las cárceles. Pero estos casos se producen por lo general en forma individual. "Nunca lo había visto en forma generalizada y tampoco en el inicio de una acción de protesta", reconoce Gandolla.

Las palabras y los actos
"El preso que se cose la boca busca un efecto en el otro, conmover al otro. Para entender ese acto hay que considerar que, en los sectores marginales, el cuerpo tiene un nivel de representación diferente respecto al de los sectores insertados en el sistema y en el discurso oficial", dice el psicólogo Jorge Degano, profesor de Psicología Forense en la Universidad Nacional de Rosario y con experiencia en el tratamiento de menores en conflicto con la ley.
En este sentido, Degano agrega que "se entiende que el cuerpo es un elemento de cuidado, donde hay que velar por la salud y la estética, pero en los sectores marginales el cuerpo está más expuesto, tiene menor significación y por otra parte sirve de comunicación".
El acto de coser una parte del cuerpo aparece como recurso extremo. "Es lo único que les queda, porque la palabra no vale. Si pide una audiencia con el juez, el preso sabe que ese trámite insume tiempo; pero si, por ejemplo, se hace un corte, inmediatamente se llama a personal médico, es decir que obtiene una respuesta", agregó el profesional.
Además, "la palabra no vale porque en los sectores marginales el acto tiene un valor más importante, hay una cultura basada en los actos y esto se relaciona con la contundencia y la exposición del cuerpo". En el marco del confinamiento carcelario, "el cuerpo es un lugar donde el preso se expone a su propia autoagresividad, donde descarga la tensión del encierro", explicó Degano.

En busca de un mediador
En el conflicto que se desarrolla actualmente en Coronda, los presos y el Servicio Penitenciario mantienen una posición firme. Los primeros aseguran que continuarán con la protesta hasta obtener lo que piden: el cambio de las visitas de los días jueves a los sábados. La institución rechaza de plano esa exigencia, "porque es un apriete", según Gandolla.
"Los discursos de la marginalidad y los de la seguridad -interviene Degano- suelen correr por andariveles diferentes; a veces se alimentan internamente y se encierran en sí mismos. Sería necesario pensar en la intervención de mediadores".
Al respecto, "tenemos la experiencia de los motines; antes se resolvían a pura represión pero ahora, sobre todo en Buenos Aires, hay mediadores. La palabra apacigua los ánimos y hace reposicionar a la gente. La pregunta siguiente es quién actuaría de mediador; es algo para discutir".

El lugar
En el pabellón 12, donde transcurren los hechos, "se encuentran los presos que tienen conducta mala o pésima. La conducta se evalúa cada tres meses y al detenido le basta ser conceptuado como de conducta regular para pasar a otro pabellón", afirma el director del Servicio Penitenciario.
Por el contrario, la Coordinadora de Trabajo Carcelario denuncia que "es muy difícil salir del pabellón ya que las sanciones colectivas son permanentes; las autoridades prácticamente no se acercan y cualquier reclamo requiere de largas horas de pedidos que muchas veces no son escuchados, ni siquiera los de atención médica".
Los internos "tienen una hora y media por día de salida fuera de la celda y dos horas a la noche para ver televisión; en ningún caso salen del pabellón, es decir que nunca están al aire libre", dice Lilian Echegoy.



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