Año CXXXIV
 Nº 49.262
Rosario,
domingo  07 de
octubre de 2001
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Mercados
Devaluar o dolarizar: esa no es la cuestión
La solución pasa por recrear la confianza, que se puedan recibir inversiones y alentar un ambiente de negocios

Salvador Di Stefano

Esta semana se inició una loca carrera por asustar a inversores, desde la denuncia de Gustavo Béliz sobre un ataque especulativo que llevaría a la moneda argentina a un cambio de dos pesos por dólar, pasando por la necesidad de devaluar de Rodolfo Terragno y Hugo Moyano, el posterior anuncio de la probable dolarización del jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, más la ratificación en más de tres oportunidades de Domingo Cavallo al frente del Palacio de Hacienda por parte del presidente de la Nación, Fernando de la Rúa, son la explicación más acabada de por qué el riesgo país se posiciona cerca de los 1.900 puntos.
El riesgo país es importante cuando una Nación necesita recurrir al mercado de capitales. En cambio, cuando no hay más crédito da lo mismo un riesgo país de 1.900 ó 1.600 puntos.
En este escenario, el gobierno quiere salir a ganar credibilidad, una mercadería muy escasa en la actual coyuntura, pero debe soportar que hombres de sus propias filas reclamen una devaluación del signo monetario que sería catastrófico para la economía doméstica.
Devaluar significaría estafar al pueblo argentino, ya que cambiaría el valor de nuestra moneda y por ende el precio de todos los bienes en nuestra economía, produciéndose una transferencia de ingresos de las clases bajas a las clase altas, y potenciando la recesión y el desempleo.
Los trabajadores serían los más perjudicados por esta medida, como también los ahorristas y aquellas personas que con gran sacrificio están pagando créditos en moneda extranjera.
Sin lugar a dudas, devaluar no es la solución a los problemas de la economía doméstica ya que no resuelve los problemas de gestión que tiene el Estado y no cambia la ecuación deficitaria que tiene el gobierno entre ingresos y egresos.
En el marco de una devaluación, el gobierno vería caer fuertemente la recaudación tributaria, y como los pagos de intereses de la deuda son en dólares no podría hacer frente a ellos. Por ende caería en la cesación de pagos, lo que terminaría de cortar la relación comercial del país con el resto del mundo, transformándose en una economía cerrada y retrocediendo más de 20 años en la vida económica argentina.

Tampoco el verde
Dolarizar significaría que el país es tan poco creíble que ya ni siquiera puede contar con su propia moneda. Necesitamos que una moneda extranjera rija nuestros negocios ya que nuestras instituciones no logran imponer confianza en el público consumidor y por ende debemos disolverlas.
No parece apropiado dolarizar, perderíamos de por vida la posibilidad de tener nuestra propia moneda, y será muy triste convivir entre el dólar y el Patacón, Quebracho o Brigadier. No hay país serio que haya perdido su moneda, y sería resignarnos a que no tenemos signo monetario porque nuestra clase política no sólo no es creíble, sino que no sabe sentar las bases para poder mostrar una moneda sana.
Por otro lado, si dolarizamos la economía tampoco se resuelve el problema del déficit fiscal, ya que si medimos nuestro presupuesto en dólares, euros, yenes o franco suizos, en todas las monedas sería deficitario por el simple hecho de que nuestros egresos son más altos que los ingresos, y porque la gestión estaría en manos de personas que no han sabido desempeñar correctamente su función. El dinero ha sido concebido en el mundo como un instrumento para la protección de las libertades civiles contra las despóticas incursiones del gobierno.
La solución no pasa por devaluar o dolarizar, la solución es mucho más simple: debe recrearse la confianza para que nuestro país pueda recibir inversiones y alentar un ambiente de negocios.
Todos sabemos que el deporte nacional ha sido cambiar las reglas de juego, que en la actual coyuntura todos practican para saber quién impone mayor incertidumbre, pero es necesario que trabajemos en pos de recrear el escenario de confianza que nos permita retomar el camino del crecimiento. En la actual coyuntura internacional, la gran mayoría de los países emergentes sufrirá una restricción de fondos producto de un contexto internacional que luce muy hostil.
Argentina ha convivido con estos problemas en los últimos 12 meses, y las derivaciones de la crisis internacional la afectan menos que al resto de la región, por ejemplo. Nuestro país, producto de las desavenencias vividas, tiene asegurados los fondos necesarios para hacer frente a los pagos de intereses de la deuda hasta el mes de octubre del año 2002, hecho que no ocurre con otros países de la región.
Nos encontramos a una semana de los comicios y parece que Argentina está cerca de recibir una nueva ayuda internacional. El mes pasado se recuperaron fuertemente las reservas y los depósitos. Es hora de comenzar a trabajar dejando de lado los intereses particulares de cada político. El 15 de octubre la opción no es devaluar o dolarizar, el único camino es restablecer la confianza a cualquier costo, por el bien de los argentinos. El problema no es económico, sino eminentemente político.


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