Año CXXXIV
 Nº 49.248
Rosario,
domingo  23 de
septiembre de 2001
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Justicia Infinita. No sólo las armas pueden combatir al terrorismo
Los peligros del "nuevo mundo"

Jorge Levit

El feudalismo duró seis o siete siglos y el capitalismo lleva ya más de doscientos años, si se toma como su punto de partida a la Revolución Industrial.
En 1492, cuando Colón llegó a América, en Europa se bautizó a las nuevas e inmensas tierras descubiertas como el "nuevo mundo", sin tener en cuenta que esa calificación no tenía sentido para los nativos, que ya lo habitaban desde tiempos inmemoriales. La casi mágica aparición de nuevas riquezas al alcance de las manos en una geografía maravillosa lanzó a las principales potencias de la época a una carrera para apoderarse de los nuevos recursos. No importó a quiénes pertenecían ni los métodos para conseguirlos. Y el mundo cambió.
Durante el siglo pasado las transformaciones fueron también dramáticas. Rusia terminó con siglos de dinastía de los Romanov y formó el primer Estado socialista del mundo. Después se derrumbó por falta de democracia y pasó a una economía capitalista más que ortodoxa, casi salvaje.
Estados Unidos desarrolló el sueño americano y tras la Segunda Guerra Mundial se consolidó definitivamente como primera superpotencia. Durante la Guerra Fría jugó con la ex Unión Soviética al enfrentamiento permanente, que nunca llegó a concretarse y que sólo se produjo indirectamente a través de guerras regionales con el apoyo a terceros países en conflicto. Después vinieron la revolución informática y la aldea global. Y el mundo también cambió y mucho.

La guerra sin fin
¿Y ahora qué viene? ¿Los atentados terroristas a los Estados Unidos marcan el comienzo de un nuevo mundo? ¿Un mundo más o menos equitativo? ¿Un mundo más o menos violento? La lucha que emprende Estados Unidos contra un enemigo casi invisible producirá un cambio radical en las relaciones internacionales. Los países se dividirán entre los que apoyen la operación de limpieza de los terroristas y entre los que les den refugio.
Todavía nadie pudo explicar con precisión las causas del atentado. En el hipotético caso de que alguna organización terrorista admitiera su autoría, sería muy interesante conocer cuál es su reivindicación. Nada racional puede justificar una masacre como a la que asistió el mundo. Un supuesto ataque al Islam no alcanza ni por asomo para entender la magnitud de la acción terrorista. Menos aún cuando Estados Unidos es el principal aliado militar y económico de Arabia Saudita, el país árabe más conservador de la fe musulmana y donde se encuentran los lugares más sagrados de esa religión monoteísta.
A lo largo de la historia de la humanidad las guerras han comenzado, se han desarrollado y en algún momento terminado. La de este "nuevo mundo" surgida tras los atentados amenaza con no tener fin y convertirse en un enfrentamiento armado crónico. El pánico por posibles atentados en diferentes lugares y con métodos insospechados se traducirá en una virtual militarización del planeta. Las medidas de seguridad se incrementarán hasta límites inimaginables y crecerá la sospecha de estar siempre frente a un potencial terrorista en un avión o en un cine. Todo el Islam y no sólo los que en nombre de él se suicidan para cometer asesinatos será visto como una maldición. Las comunicaciones serán interferidas, las relaciones personales y familiares afectadas. El mundo se quedará con menos turistas y la recesión económica se instalará por un buen tiempo en Estados Unidos y Europa, que a partir del 1º de enero del 2002 pasará por una prueba de fuego cuando comience a circular el euro en once países de la Unión.
Las naciones pobres serán más pobres porque la atención ahora estará sólo concentrada en el Primer Mundo. La asistencia financiera se reducirá. Los países subdesarrollados cuyos territorios sean posibles escenarios de combate se quedarán sin asistencia alimentaria por el retiro de las misiones humanitarias de las Naciones Unidas, como ya ocurre en Afganistán. Comenzará el éxodo de millones de personas en busca de alimentos y se incrementarán las muertes por desnutrición, especialmente en la población infantil.
¿Esto es lo que viene en la era de la supertecnología, la ciencia y la capacidad cada vez mayor del ser humano para crear sin límites? \

El reparto de la riqueza
El "nuevo mundo" no podrá resistir tanta presión y otro sistema económico más distributivo de las riquezas del planeta debería suceder a la globalización del capitalismo. En el mundo rico la gente vive cada vez más años y hoy es joven una persona de 70. En el mundo pobre la expectativa de vida no supera los 47 años. Una diferencia intolerable.
La única posibilidad de que esta cruzada contra el terrorismo tenga éxito a largo plazo es quitarle su fuente de sustentación: la frustración y humillación a las que están sometidas poblaciones enteras a lo largo del planeta para las que inmolarse en nombre de un Dios casi mágico y todopoderoso es un sacrificio más. La distensión del mundo se encontrará con desarrollo económico, educación y democracia. Esa debe ser la apuesta, no sólo las armas.
En muchas regiones del planeta todavía ni siquiera comenzó el capitalismo y siguen vigentes estructuras sociales y políticas anacrónicas. La globalización de la economía ha servido hasta ahora sólo para los países centrales y para algunos emergentes que se benefician cuando hay exceso de flujos de capital en el Primer Mundo. Hay otros que hace años están fuera de ese círculo y dependen de la ayuda exterior. Para muchas naciones africanas o asiáticas el aporte de la Unión Europea, por ejemplo, representa la mitad de sus ingresos anuales.
En el mundo islámico no hay que buscar grandes explicaciones filosóficas para entender el peligroso fenómeno de la primacía de lo divino sobre lo racional. Miseria, analfabetismo y la inexistencia de valores democráticos son la mezcla explosiva que originan el desprecio por la vida y que pueden llevar al mundo al desastre.
La responsabilidad del tránsito hacia un camino de paz global la tienen los que hoy poseen los recursos, la formación y la razón despojada de fanatismo. Los países centrales tienen la obligación de liderar ese cambio porque si el abismo de inequidad entre los habitantes del planeta continúa, lo que ocurrió en las torres gemelas de Nueva York podría ser sólo un episodio en una marcha imparable de destrucción.



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