Año CXXXIV
 Nº 49.248
Rosario,
domingo  23 de
septiembre de 2001
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El número de variables del escenario pos-atentados hace imposible predecir los efectos

Eduardo Remolins (h) *

¿Cómo van a afectar a la economía mundial los brutales atentados terroristas de Washington y Nueva York? ¿De qué forma y en qué magnitud se trasladará ese efecto a la Argentina? ¿Puede favorecernos? El número de variables económicas, políticas, culturales y hasta de psicología de masas involucradas, hace imposible predecir los efectos de modo preciso. Creer en estos pronósticos sería como confiar en el servicio meteorológico.
Mas vale concentrarse en discernir los posibles escenarios alternativos, las variables en juego y en qué sentido pueden afectar o modificar el escenario actual. En este sentido, la primera pregunta es si los atentados y sus secuelas profundizarán la recesión de la economía mundial.
En efecto, la economía norteamericana y gran parte de la del resto del mundo se desplazaban por una pendiente negativa desde hacía mas de dos trimestres. La última edición (19 de septiembre) del "Libro Beige" de la Reserva Federal, un informe sobre la economía americana, da cuenta, por ejemplo, que agosto fue el 14º mes consecutivo de caída de la producción industrial, la mayor caída desde 1960. Y que la producción de industrias de alta tecnología cayó 7,2 ese mes en comparación al año pasado.
¿Por qué se acentuaría esta tendencia? En primer lugar, por el hecho simple y fácilmente comprensible que la confianza de los consumidores, especialmente los norteamericanos, se podría deteriorar, induciendo una contracción en sus compras. Salvo armas, comida enlatada y agua embotellada (cuyos consumos subieron), ¿qué otra cosa cosa comprar ante la perspectiva de un conflicto?
En una economía cuyo nivel de actividad depende casi exclusivamente del vigor del consumo, ya que la inversión se desaceleró hace meses, es evidente que el impacto sobre el crecimiento de la economía sería mayor.
En segundo lugar, no está claro todavía que sucederá a partir de la sensación de inseguridad que dejó como legado la destrucción de las torres. ¿Cómo impactará en el comercio mundial la suba en los costos de transporte derivada de los nuevos (y mas caros) estándares de seguridad requeridos? ¿Hasta qué punto seguirán invirtiendo las empresas norteamericanas (y europeas) en el extranjero?
¿Será seguro? ¿Qué tan caro será estar seguro?
Es evidente que en la economía norteamericana ya se está produciéndose un juego de alzas y bajas cuyo resultado final no podemos prever. Suben los fabricantes de armas. Bajan las empresas de transporte. ¿Porqué suben las cotizaciones de las empresas que proveen tecnología para videoconferencias? ¿Será porque en este nuevo mundo más inseguro sólo querremos trasladarnos virtualmente? ¿Será este un mundo menos integrado? Nos alertan que los vuelos "ya no serán para las masas". ¿Dará un paso atrás la globalización?
Sin embargo, no es conveniente mirar un sólo lado de la moneda. El lunes 17 la Reserva Federal norteamericana decidió un recorte de medio punto en la tasa de interés, una medida que favorece a la Argentina, que fue seguida inmediatamente por medidas similares de parte del BCE, los bancos suizo y canadiense, el Banco de Inglaterra con un cuarto de punto, y el Banco Central del Japón. La intención obviamente es prevenir los efectos recesivos abaratando el costo del dinero. Todos ellos y las demás autoridades económicas de los países del G7 sopesan por estas horas, no el lanzamiento de medidas reactivadoras sino la magnitud y profundidad de las mismas. Desde recortes de impuestos hasta inyecciones de liquidez. ¿Cómo podemos estar seguros de que no van a contrarrestar exitosamente las presiones recesivas? El resultado final no está claro.

Cómo nos va a afectar
Quizás la pregunta más adecuada sea ¿porqué nos va a afectar? ¿Porqué puede afectar a otros países latinoamericanos? Hay números que hablan por sí solos. México exporta más del 80 por ciento a Estados Unidos. Argentina, alrededor del diez. Evidentemente, una recesión americana en el 2002 no es exactamente lo que los mexicanos le pedirían a Papá Noel. Desde ese punto de vista, un aguacero en Argentina significa un diluvio en tierras aztecas.
Pero existen otros condimentos que muestran que la posición argentina es bastante precaria, más que la de otros países en desarrollo. La primera de ellas es la delicada situación financiera. El conflicto nos encontró comenzando a negociar los términos de una reestructuración (otra más, ¿y van?) de plazos y montos de nuestra colosal deuda. ¿Se estancará ahora esa negociación, ya que EEUU tiene cosas mas importantes de las que ocuparse? Hay variados argumentos. Michel Camdesuss, número uno del FMI hasta el tortazo de febrero de 2000, asegura que no cambiarán demasiado las cosas, "Estados Unidos no iba a hacer gran cosa de todos modos. Todo depende del apoyo de organismos como el FMI, el Banco Mundial y el BID".
Pero quien da quizás la pista más importante sobre qué puede cambiar en este escenario es Daniel Marx, viceministro de Economía y negociador argentino por excelencia. Es él quien arriesgó el domingo pasado la hipótesis de que este nuevo conflicto no es necesariamente malo para Argentina, en la medida que "el país se muestre comprometido con Estados Unidos y confiable". ¿Qué significa esto?
Existen rumores que indican que Pakistán condicionó de alguna manera su colaboración logística al alivio parcial o total del peso de su deuda, mas algún otro beneficio político-militar relacionado con su longevo diferendo limítrofe con India en Cachemira. ¿Apoyo por dinero? No se sabe. En este sentido, ¿cómo cambiarán las condiciones de negociación para Argentina? ¿Podrán ser mas favorables? ¿Apoyo por alivio de las condiciones financieras? Difícil. Hoy la importancia estratégica de Argentina en comparación con la de Pakistán es tan desproporcionada como la distancia que separa ambos países.
Aún así, parece cuando menos de mal gusto con 6.333 desaparecidos de por medio especular sobre beneficios derivados de la tragedia. El debate está en pleno desarrollo en Estados Unidos. Esta semana George Soros dijo en Hong Kong que no es antipatriótico apostar a la baja de la Bolsa norteamericana, algo que presumiblemente esté haciendo, profundizando la caída de los valores. Los terroristas tampoco creen que esté mal, ya que presuntamente aprovecharon para engrosar sus arcas, operando el día anterior al atentado en los mercados de futuros de Chicago y de Frankfurt, precisamente apostando a la baja de las acciones de empresas de aviación. Información privilegiada.

El dólar del futuro
En este complejo rompecabezas probablemente un elemento poco considerado sea el que termine definiendo cómo nos va a afectar la crisis: ¿qué ocurrirá con el dólar en el mundo? Con Brasil cebado en romper récord tras récord de la cotización dólar-real, se actualiza el problema de la competitividad argentina. ¡Hurra! Esta es la madre de todos los problemas. Un dólar resbalando mas rápido en su cotización con el euro puede ser el prolegómeno del debut de la Convertibilidad Ampliada ((r)Domingo Cavallo, 2001). En otras palabras, el peso atado al dólar y al euro en partes iguales. ¿Puede pasar? ¿Será para mejor?
Por lo pronto algo nuevo ha ocurrido. Después de los atentados, el dólar en lugar de subir, como sucedía siempre después del comienzo de todos los conflictos armados del siglo XX, bajó en su cotización. Es cierto que esta tendencia era anterior al 11 de septiembre (en los últimos tres meses el dólar se devaluó con respecto al euro más de 6 por ciento), pero igual que en el caso del enfriamiento de la economía, probablemente esto aceleró y profundizó el proceso. El dólar ya no es el refugio más seguro.
Como remarca el semanario inglés The Economist, esto no es necesariamente malo para la economía norteamericana, necesitada de una inyección extra de competitividad en sus industrias exportadoras, que limite el impacto de la recesión y achique el déficit de cuenta corriente que redondea los 450.000 millones de dólares (una vez y media el PBI argentino). Sin embargo, no está claro que los presidentes de los bancos centrales de los demás países dejen que esto suceda.
Un dólar débil significa, por definición, un euro o un yen fuertes, y no está claro tampoco que esto les convenga.
El problema argentino sigue siendo, al menos así lo entienden en los centros financieros mundiales, una distorsión de precios relativos. Un país muy caro para poder exportar o para poder invertir lucrativamente. Un dólar mas débil serviría, sino para resolver, para morigerar ese problema. Una convertibilidad ampliada serviría para abandonar, ordenadamente, el ancla sicológica "un peso-un dólar".
Doscientas variables distintas en danza. Y todavía no sabemos qué significa exactamente "Justicia Infinita". ¿Pronóstico? ¿Qué pronóstico?
(*) Economista del Idied,
Universidad Austral


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