Año CXXXIV
 Nº 49.248
Rosario,
domingo  23 de
septiembre de 2001
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Misiones celebra la Fiesta Nacional de la Orquídea y la Fiesta Provincial de la Flor en Montecarlo

Corina Canale

La simiente de los orquidearios de Montecarlo, en Misiones, se ubica allá por 1920, cuando Carlos Culmey y otros colonos alemanes se afincaron a orillas del Paraná y fundaron esa ciudad frente a la isla de Caraguatay.
Culmey se había enamorado de la colorada tierra misionera y sembró en ella las primeras orquídeas, junto a las plantaciones de yerba mate, té y citrus, y mientras iniciaba la dura tarea de reforestar la comarca con pinos paraná, caribea y eucaliptus.
Desde entonces la aristocrática flor fue el símbolo emblemático de la ciudad de Montecarlo, a la que convirtió en la Capital Nacional de la Orquídea y en la sede de la Asociación de Orquideófilos.
Este año la XI Fiesta Nacional de la Orquídea y la XVIII Fiesta Provincial de la Flor se realizará del 4 al 7 de octubre en el parque Juan Vortisch, donde además de la exposición floral habrá charlas técnicas y espectáculos artísticos.
Unos ocho orquidearios se están preparando para exponer 350 especies nativas, aunque cultivan otras mil variedades. La fiesta es un derroche de colores con orquídeas amarillas y anaranjadas, otras blancas y las más extrañas que son de un rosado intenso.
Tampoco faltan en esta exposición varias especies de orquídeas parásitas, que son más pequeñas y crecen adheridas a las rocas.
El parque Juan Vortisch abarca seis hectáreas donde se encuentran árboles naturales y también implantados, muchísimas flores y el famoso laberinto vegetal, una curiosidad formada por 1.715 metros lineales de ligustrina.
Este año unas 20 jóvenes se postulan para obtener el cetro de reina nacional de la orquídea, elección prevista para la noche del sábado 6 de octubre. También es tradicional en esta fiesta la elección de los "pimpollitos", entre niños de hasta 11 años.
También se puede visitar el secadero y el molino de la Cooperativa Agrícola Mixta de Montecarlo, donde explican el proceso de producción de la yerba mate, y cruzar en lancha hasta las playas de arena de la isla de Caraguatay.
Esta isla está declarada Parque Provincial por el gobierno de Misiones, y es un paraíso vegetal. Allí están las ruinas de la casa en la que pasó parte de su niñez Ernesto Che Guevara.
En Montecarlo también se conserva uno de los famosos relojes de madera hechos por el artesano Emilio Bopp en la década del 40. Para verlo hay que conectarse con los hijos de Bopp, que relatan interesantes episodios de la vida de su padre.
Otro de estos relojes artesanales, de 3 metros de altura y 500 kilos de peso, está en la cercana ciudad de El Dorado.
También es interesante recorrer el Museo del Agricultor, donde la juventud cooperativista reunió herramientas y máquinas de los primeros colonos, y visitar los yaguaretés de los hermanos Horst y Sieger Waidelich, ganaderos que padecieron el ataque de los felinos a sus animales.
Hasta que lograron atraparlos y aprendieron a criarlos en cautiverio. Para verlos hay que recorrer 20 kilómetros desde Montecarlo, por caminos de serranías y selva, pero el esfuerzo bien vale la pena.
Ya en camino hacia las Cataratas del Iguazú, a unos 200 kilómetros de Montecarlo, está La Aripuca, vocablo guaraní que identifica a una trampa para cazar animales pequeños.
A este lugar se lo conoce como "El sitio de los grandes monumentos de la selva", y es un emprendimiento agro-eco-turístico destinado a exponer árboles recuperados de la selva misionera, entre ellos el timbó, el incienso y el cedro.
Allí viven Irma y Otto Waidelich, descendientes de los primeros alemanes que llegaron a Misiones, y sus hijas Sonia, Ursula y Anelis. Todos ofician de guías para los visitantes, a quienes explican que la mayoría de los árboles fueron recuperados tras ser derribados por tormentas.
Dentro de La Aripuca hay un puesto atendido por aborígenes guaraníes que venden arcos y flechas, tallas en madera, canastos y collares. Y las mujeres chacareras elaboran y venden dulces y almíbares con frutos silvestres de la selva.
Dentro de la filosofía conservacionista de La Aripuca, un emprendimiento curioso es la posibilidad de apadrinar un árbol. Para ingresar al "Libro de padrinos" el interesado tiene que comunicarse con un agricultor inscripto y ayudarlo económicamente.
El árbol elegido llevará para siempre una placa con el nombre del padrino, y el nombre de la ciudad y el país en que vive. El padrino tiene derecho a pedir información sobre su crecimiento y a visitarlo cuantas veces quiera. Esté donde esté, sabrá que está "ayudando a conservar la selva misionera". (Télam)



El parque Juan Vortisch: seis hectáreas de árboles y flores.
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