Peshawar. - La posición "realista" asumida por el presidente paquistaní Parvez Musharraf fue aprobada por los principales partidos del país, pero los integristas islámicos la interpretaron como un acto de traición. La prueba de fuego será hoy, cuando la respuesta a la huelga general declarada por 35 grupos integristas dé una primera señal sobre los humores de la opinión pública. Los extremistas prepararon con cuidado la prueba de fuerza: el número de los manifestantes aumenta día tras día.
El gobierno y el ejército, que en Pakistán son la misma cosa, no quieren correr riesgos. Decenas de miles de policías fueron movilizados y las calles de las principales ciudades son patrulladas por el ejército. Las autoridades afirman que el viernes "no permitirán" a los integristas acercarse.
Miles de personas participaron ayer en una protesta en Peshawar, la ciudad paquistaní más cercana a la frontera con Afganistán, y quemaron un muñeco que representaba al presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Hasta ayer en la protesta se comprometieron sólo militantes de las organizaciones defensoras de los talibanes afganos y del extremista saudita Osama Bin Laden, el buscado número uno por los atentados del 11 de septiembre.
En Peshawar los habitantes se muestran tranquilos debido al discurso en el que el miércoles Musharraf dijo que "los intereses nacionales" de Pakistán no se verán sacrificados en el altar de los talibanes y de Osama Bin Laden. El discurso del presidente y general fue aprobado por los principales partidos, el partido del pueblo de Pakistán, PPP, de la Liga Musulmana de Pakistán (PML). (Ansa)
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