Año CXXXIV
 Nº 49.246
Rosario,
viernes  21 de
septiembre de 2001
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Reflexiones
A favor de la vida

Carlos de la Torre Norma Ríos Carlos A. Solero (*)

La lucha en defensa de los derechos humanos es una tarea ardua, difícil, en una sociedad plagada de violencia.
Violencia que es parte de las propias estructuras sociales y económicas, en un sistema en el que la exclusión y la marginación se multiplican geométricamente.
La democracia como sistema político debe fundarse en el disenso, en la libre confrontación de ideas y proyectos para el bienestar general, pero cuando sólo está en los discursos, y las prácticas sociales de quienes ejercen el poder cierran los canales de expresión; cuando se pretenden depositarios exclusivos de la verdad; cuando se afirma que no hay más caminos que seguir que la aplicación de planes de ajuste, multiplicación del desempleo, presión tributaria a los que menos tienen, la restricción presupuestaria a la salud y la educación públicas, etcétera, entonces la democracia está en peligro, y por ende los derechos individuales y sociales entran en un cono de sombras.
Nuestro continente latinoamericano padece desde hace más de 500 años la expoliación sistemática de los imperios, y desde comienzos del siglo veinte ha sufrido las invasiones norteamericanas, el derrocamiento de gobiernos populares, las prácticas más aberrantes de sometimiento y disciplinamiento social, sólo a favor de las corporaciones transnacionales del privilegio de minorías.
El 11 de septiembre se cumplió un nuevo aniversario del golpe contra el gobierno de la Unidad Popular, que encabezaba en Chile Salvador Allende.
A esta altura nadie puede negar que la CIA y el Pentágono fueron los instigadores intelectuales e instructores de los genocidas uniformados, que sembraron el horror.
Igualmente, sabemos que las dictaduras militares de Uruguay, Bolivia, Paraguay y la Argentina, que también aplicaron prácticas de desaparición forzada de personas, por miles, que obligaron a millones de personas al exilio, fueron entrenadas y financiadas por el poder militar del imperio (Escuela de las Américas).
El pasado 11 de septiembre, el horror y la muerte se hicieron presentes en Nueva York y Washington. La consecuencia de los atentados terroristas, miles de víctimas.
Nuestra organización, la APDH-Rosario, expresó públicamente su contundente repulsa frente a la muerte de miles de inocentes.
Porque desde nuestra fundación en 1975 estamos a favor de la vida, la justicia social y la libertad de las personas. Nos provoca repugnancia el culto de la violencia. En épocas en que muchos callaban frente a las maniobras golpistas contra el gobierno constitucional, nuestro organismo (la APDH) fue una de las pocas voces que se alzaron contra la asonada militar; señalando -ya entonces- los aciagos días por venir.
Hemos denunciado el genocidio y a sus hacedores, junto a las Madres de Plaza de Mayo y otras organizaciones fuimos y somos conciencia crítica en una sociedad en la que se amnistió a terroristas de Estado.
Trabajamos cotidianamente en la educación para la paz, la defensa de la ecología y el medio ambiente, nos preocupamos y ocupamos por la problemática de la infancia, la violencia contra las mujeres y la educación popular.
Tenemos un firme compromiso a favor de la vida en todas sus manifestaciones. Es por eso que nos resulta un agravio inadmisible el que se nos relacione con la exaltación de la muerte, tal como lo hace en su nota del 19 de septiembre Pablo Díaz de Brito, cuando hace referencia a los organismos de derechos humanos locales.
Sólo hacen culto de la muerte los que tienen una ideología totalitaria, los fascistas, los que están fanatizados en dogmas irreductibles.
Nosotros bregamos por la vigencia de los derechos humanos, por el respeto a la dignidad y la diversidad. No tenemos vocación de "talibanes".
Por otra parte, en nuestro medio es de dominio público que en las últimas décadas los militantes de la defensa de los derechos humanos han sido víctimas del acoso, las intimidaciones, las amenazas, cuando no de atentados.
Pero sabemos que a la libertad sólo se llega con más libertad, es decir promoviendo la multiplicación de espacios de participación ciudadana que garanticen a todos y cada uno el goce de sus derechos y libertades. Pero las libertades los pueblos deben conquistarlas, y ese es nuestro compromiso y nuestro desafío.
Por eso jamás diremos como Millán de Astray "viva la muerte", decimos y diremos, como Miguel de Unamuno, "viva la inteligencia".

(*) Miembros del secretariado APDH-Rosario


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