Año CXXXIV
 Nº 49.246
Rosario,
viernes  21 de
septiembre de 2001
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Editorial
La poesía ya tiene casa

La iniciativa merece, sin dudas, ser aplaudida. La Municipalidad de Rosario, a través de la Secretaría de Cultura, ha cedido un inmueble, adecuada y hasta bellamente reciclado, para los poetas de la ciudad. Allí, los cultores de esta disciplina tan representativa de la literatura local encontrarán un espacio en el cual realizar eventos tales como presentaciones de libros, seminarios o recitales, entre otras posibilidades que su imaginación sepa descubrir y explotar. Lo valioso de todo esto no implica ningún misterio: bastamente conocida resulta la cantidad y calidad de creadores de la poesía que residen en Rosario, así como los que jalonan su pasado. Nombres como el de Felipe Aldana, Irma Peirano o Arturo Fruttero continúan irradiando luz desde el alto valor de sus páginas. Por esas y otras razones, la apertura del flamante ámbito constituye un gesto de reconocimiento y justicia hacia el trabajo de los poetas, en esta misma ciudad que tantas veces ha quedado en deuda con los talentos que la habitan, dándole -a través de sus obras- nombre y sentido.
La canción de Fito Páez lo decía sin tapujos: "Todo se incendia y se va", sostenía en su ya clásico "Ciudad de pobres corazones" el rosarino, tras un duro epíteto previo. Hablaba, claro está, de su propio paisaje, del que lo había parido y en el cual creció, y donde llegó a ser parte del exitoso cantautor que es ahora. El exilio, ya se sabe, se convirtió en una elección obligatoria para muchos de los que, habiendo optado por un camino personal en los ríspidos territorios del arte, no tuvieron otra alternativa en su búsqueda de horizontes. Y no siempre la ciudad -en rigor de verdad, casi nunca- fue hospitalaria con ellos. Aunque gestos y actos como el que nos ocupa parecen estar indicando un saludable cambio de rumbo. En este caso, a través de una gestión del Estado. Una misión y una función que le corresponden, pero que -sobre todo en estos tiempos de crisis- dista de querer o poder asumir.
Las excepciones suelen ser elogiables cuando la regla es dura. La Casa de los Poetas se ha erigido en una de ellas. Ojalá que quienes tengan la responsabilidad de conducir sus destinos en el futuro estén a la altura del desafío y la conviertan en un recinto donde lo entrañable se dé cita con lo perdurable. Rosario ha recibido mucho de sus poetas, y ellos -ahora- pueden comenzar a sentir que la ciudad les devuelve una pequeña parte de lo que le han dado.


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