Año CXXXIV
 Nº 49.241
Rosario,
domingo  16 de
septiembre de 2001
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Cerro Champaquí: la naturaleza en todo su esplendor
El pico más alto de Córdoba es un lugar ideal para descansar del mundo urbano

Patricia Martino

En tierras de comechingones y sanaravirones se encuentra el cerro Champaquí, en el extremo sur del valle cordobés de Traslasierra. Con su voluminosa silueta reflejada en las aguas del dique La Viña y con 2.790 metros de altura se presenta como un permanente desafío para quienes disfrutan de los paseos de montaña. El nombre, que significa "agua en la cabeza", hace referencia a la cima, coronada por un pequeño lago formado por lluvias y nieve.
Para llegar al Champaquí es necesario viajar hasta Villa Alpina (localidad ubicada en el Valle de Calamuchita, donde se encuentra la base del cerro) desviando por Villa General Belgrano hacia el oeste. Este trayecto tiene un total de 40 kilómetros por camino de tierra, con innumerables subidas y bajadas e infinidad de curvas. Las montañas cubiertas de pinares son infaltables en todo el recorrido.
Quienes deseen emprender esta particular excursión necesitan un mínimo de tres días. El primero se utiliza para subir hasta los puestos donde se pasa la noche, el segundo para llegar a la cumbre y el último para descender y retornar a Villa Alpina. Aunque también existe la opción de un cuarto día para descansar y disfrutar del paisaje con mayor detenimiento.
A poco de empezar la caminata se llega a la zona del Pinar, que se presenta como el primer obstáculo de la travesía debido a las empinadas cuestas. Sin embargo, su gran belleza impone un marco de fascinación a los aventureros y el tramo resulta superado. Luego se atraviesa un arroyo y se emprende un camino más llano. Mientras tanto, cuanto más alto se llega mejor pueden divisarse los magníficos bosques de pinos que se encuentran en la base. Durante todo el ascenso es muy frecuente encontrar cuantiosos arroyos con agua cristalina que se puede beber, así que no hay que preocuparse por cargar, antes de salir, grandes cantidades del líquido elemento. La hidratación es muy importante.

Admirando el paisaje
De aquí en adelante se atraviesan diferentes zonas, se encuentra el cerro de Mica, el vado del río Los Reartes que desciende de La Mesilla y se pasa por el puesto Salinas desde donde se puede acceder al cementerio del Champaquí. La tranquilidad que inspira el lugar hace que sea un sitio especial para olvidarse del mundo y admirar la naturaleza en todo su esplendor.
Avanzando un poco más se llega a la parada El Tabaquillo, en el arroyo Orco, y luego se pasa a un sector denominado La Ventana. En esta zona comienzan a abundar las piedras y parece que el resto del camino solo tendrá más y más de ellas. Sin embargo se abre una luz en el camino y aparece el puesto de Moisés López, un lugar que parece sacado de los cuentos de Heidi, ya que está rodeado por un arroyo, tiene una gran pradera y un rebaño de ovejas que animan el silencio de la montaña con su mullido.
Siguiendo con el trekking, se alcanza el tramo denominado El gato muerto, un páramo sin vertientes y aunque el cansancio se hace cada vez más evidente, el estar más cerca del destino alivia las subidas. Es muy importante la respiración, luego de atravesar lugares muy empinados debe pararse para recomponerse en caso de agitación.
Al llegar a La tranquera sólo restan 2,3 kilómetros hasta los puestos de descanso y la impaciencia de los aventureros comienza a sentirse. Más tarde se deberá pasar un desierto de piedra para llegar finalmente a los tan esperados puestos y dar fin a la primera parte de la travesía. La hospitalidad de quienes están a cargo de los puestos es reconfortante para quien llega después de haber caminado horas y horas. El lugar está bordeado por el río Tabaquillo y desde allí se puede divisar la cumbre del Champaquí, donde se asciende al día siguiente.
A la mañana temprano comienzan los preparativos para ascender a la cima del cerro más alto de la provincia de Córdoba. La subida es empinada pero recompensa el paisaje. El camino brinda a los aventureros numerosas vertientes y cascadas, se atraviesan arroyos y por supuesto las infaltables piedras que acompañan todo el viaje. Es imprescindible contar con un buen abrigo debido a que en la cumbre la temperatura es muy baja y el viento muy fuerte, aunque el día esté despejado y halla sol.
Luego de atravesar diferentes obstáculos y empinadas subidas, se llega a la cumbre y su vista espectacular hace que cualquier esfuerzo pasado desaparezca. Si el día es diáfano se divisa San Luis con el valle de Conlara al fondo, la población de San Javier, a la derecha y a lo lejos Villa Dolores. El llamado morro cimero, contiene en cada uno de sus montículos rocosos una huella que testimonia el paso del hombre. Lo más destacado es el busto del General José de San Martín mirando hacia la Cordillera de los Andes, pero también se encuentra una cruz enclavada en el extremo sur del cerro y una vieja hélice de helicóptero retorcida. Tomando como vértices los puntos enunciados, la superficie de la cima es de 2.822 m2, es decir, aproximadamente un tercio de manzana urbana.

La hora del descenso
Después de admirar el magnifico paisaje del valle de Traslasierra y haber renovado energías, se comienza a descender hasta los puestos donde se duerme. Aunque la distancia es la misma, la bajada es mucho más aliviada y rápida, además se realiza más serenamente y da tiempo para observar ciertos lugares antes inadvertidos, como una cueva de mica abandonada, una imponente cascada o donde, dicen, vivió un famoso personaje del Champaquí.
La noche se convierte en el momento para descansar y renovar fuerzas, como también en el momento de más tranquilidad y silencio del lugar. Admirar las estrellas es una tarea imposible de no realizar, a diferencia de lo que sucede en la ciudad, el cielo se cubre totalmente y se pueden divisar algunos astros que en el mundo urbano no se alcanzan a ver.
El tercer día comienza muy temprano con los preparativos para el descenso del cerro. Al igual que ocurre cuando se baja de la cumbre, llegar hasta Villa Alpina es mucho más tranquilo e implica menos esfuerzo que la subida. El momento es ideal para observar y grabar en la memoria cada rincón del Champaquí. Además, disfrutar las últimas horas del aire de montaña y volver renovado a la ciudad.



En el ascenso se cruzan arroyos de agua fresca.
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