Año CXXXIV
 Nº 49.241
Rosario,
domingo  16 de
septiembre de 2001
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No habrá, con Lustiger, un "Papa judío"
El cardenal francés cumple 75 años y pierde las esperanzas de ser designado jefe de la Iglesia

SABINE GLAUBITZ
Cordial, intelectual nato, políglota y muy próximo a Juan Pablo II, muchos vaticanistas atribuyen al cardenal francés Jean-Marie Lustiger grandes posibilidades de convertirse en el próximo Papa judío. Sin embargo, las esperanzas de que el arzobispo de París llegue algún día a tomar las riendas de la Iglesia Católica se desvanecen, ya que mañana cumplirá 75 años, edad a la que los obispos deben presentar su renuncia al Sumo Pontífice.
En sus tiempos como capellán de la Universidad de la Sorbona, visitaba a sus estudiantes en motocicleta y no tenía reparos en asegurar que un comunista no podía ser buen cristiano. Por ello, la prensa no dudó en decir que Lustiger era un "Don Camillo à la francaise", en referencia a las películas de Don Camillo y Peppone, del italiano Giovanni Guareschi, que en los años 50 narraban las discusiones entre un párroco con moto y un alcalde comunista.
Con su carisma, el prelado, consejero de poderosos y miembro de la prestigiosa Academia Francesa, convence hasta al más escéptico. El silencio se escucha en la catedral de Notre Dame cuando el triple doctor y amante de la buena comida toma la palabra. Sus mejores homilías, recogidas en el libro "Sermones de un cura de París", se han convertido hace tiempo en un best-seller en varios idiomas.

Lo llamaron Aaron
Nacido en la capital francesa como Aaron Lustiger, no recibió una formación religiosa, pero fue educado en el respeto al judaísmo. El purpurado, que entró en contacto con el cristianismo en la Alemania de finales de los años 30, conoció muy de cerca la persecución antisemita por parte de los nazis: su madre, hija de un rabino, murió asesinada en el campo de concentración de Auschwitz.\En 1940 fue bautizado como Jean-Marie en la Catedral de Orleans y, desde entonces, protagonizó una exitosa carrera eclesiástica en la que se destacó como un infatigable pastor de almas. Juan Pablo II lo nombró obispo de Orleans en 1979 y dos años más tarde se convirtió en arzobispo de París, la más grande y conflictiva de las 93 diócesis francesas.\El Papa se entiende bien con el cardenal, quien no sólo acepta retos pastorales -desde que está al frente de la sede parisina las vocaciones religiosas en la capital de la república han aumentado considerablemente-, sino que también entra a gusto en disputas políticas. Se pronunció abiertamente en contra de que los sacerdotes apoyen a sindicatos de izquierdas y defendió las escuelas católicas francesas y la pena de muerte "en casos extremos".\Jean-Marie Lustiger ama la polémica y la provocación. "Soy judío y seguiré siéndolo, aunque esto no sea el punto de vista de algún rabino", contestó cuando hace seis años se le negó la invitación a una ceremonia en recuerdo del Holocausto bajo el pretexto de que, al estar bautizado, constituía un "mal ejemplo" para la juventud judía.\A principios de 2000, cuando Karol Wojtyla mostraba signos de debilitamiento en medio de su apretada agenda del Jubileo, el arzobispo de París sembró el desconcierto en círculos católicos al romper un tabú y afirmar en una entrevista que el Papa, pese a que aún mantiene sus facultades intelectuales intactas, se está convirtiendo en un verdadero "prisionero de su cuerpo".\Lustiger puede todavía dar mucho de sí. Se considera muy probable que Juan Pablo II no acepte tan pronto su renuncia y, como en otros casos, haga una excepción y lo deje todavía durante varios años al frente de la archidiócesis de París. Cada vez son más los fieles servidores de Wojtyla que alcanzan la edad de retirarse y el Papa polaco no tiene tantos sustitutos entre los que elegir. (DPA)


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